Conoce a Dewey leemáslibros, el gato que inspiró el título de mi blog


23 de diciembre de 2024

“TODOS AQUELLOS MARES” de Laia Aguilar


   Pasaje destacado
Portada de la novela Todos aquellos mares de Laia Aguilar, Editorial Destino"Este árbol es mágico y nos regalará palabras, nos decía siempre a Julieta y a mí.
—¿Y cómo sabemos que es un árbol mágico, abuela? Entonces nos mostraba una cesta llena de letras pintadas y nos las hacía colgar en las ramas del árbol.
—Ahora os taparé los ojos, nos decía. A continuación, cada una de vosotras podrá tirar de las letras que quiera de las ramas y así inventaremos palabras nuevas e interesantes.

Con la abuela y Julieta creamos una nueva lengua para hablar de todo lo que nos apeteciera. Gian, betitua, clerauuoo, juxae y tantas y tantas otras palabras que nos inventábamos y que tenían todos los significados del mundo.
—¿Podemos inventar una palabra para hablar de la tristeza, abuela? ¿O para hablar de la felicidad? Cada palabra, un pensamiento".

Segunda novela que leo de Laia Aguilar (Barcelona, 1976), y tercera novela publicada por la autora, esta que hoy os traigo al blog. No hace ni tres meses que leí “Las otras madres”, que ya me dejó con muchas ganas de repetir y que ya me encandiló entonces. Por ello, cuando supe a finales de agosto que tenía nueva publicación, quise leerla cuanto antes y os adelanto que “Todos aquellos mares” (Editorial Destino, 2024) también ha conseguido encandilarme. Si queréis saber algo más de la autora y de sus Premios conseguidos os remito a mi anterior reseña.

Los puntos fuertes de la novela

✔ El comienzo: con este primer párrafo, la novela ya se presiente interesante, ya presiento que me va a enganchar, y así ha sido:
Greta, ¿dónde está tu hermana? ¿Dónde os habéis metido?
Greta, una niña de once años, estaba sentada en la playa con el rostro blanco como la cera. Tenía la mirada ausente, hacia un punto inconcreto del mar, más allá de las rocas y el azul; el cielo empezaba a amenazar tormenta.
Su abuela se le acercó gritando, muy alterada.
—¿Dónde está, Greta? ¡No me asustes!
Greta se encogió de hombros y clavó las uñas en la arena, sin atreverse a mirarla a los ojos.
—No lo sé. Estábamos aquí jugando y no ha aparecido.
—¿Cómo que no ha aparecido?
Al oír esas palabras, la abuela empezó a buscarla por toda la playa. Nada. Ni rastro de la pequeña Julieta. Greta también la buscó, sobre todo entre las rocas, con los ojos anegados de lágrimas y el grito ahogado por el dolor. ¿Dónde estaba su hermana pequeña?

Creo que nunca os he contado porqué “el comienzo” de las historias que leo, ocupa su lugar privilegiado entre los puntos fuertes que deseo destacar: para la mayoría de los lectores, suelen ser más importante que las historias queden bien cerradas, sin flecos abiertos, y que los finales se asemejen lo más posible a lo que nosotros deseamos e imaginamos, más importantes que los comienzos. No es mi caso, para mí, que abandono un libro de cada tres, es primordial un comienzo que consiga atraparme e incitar mi curiosidad, porque si no, ahí lo dejo sin ningún tipo de remordimiento. Generalmente y salvo alguna excepción que otra, solo necesito leer dos o tres capítulos para saber si la cosa va a tirar o no.

✔ La trama ambientada en la isla de Formentera: está contada a tres voces en primera persona del presente por tres mujeres de una misma familia, que a la vez rememoran e intercalan también hechos del pasado, recuerdos de los veranos felices vividos allí en la casa de la abuela hasta que un suceso traumático lo cambia todo: dos hermanas que se adoran, Greta, la mayor con once años y Julieta la más pequeña con siete, juegan solas en una cala de Formentera. Una de ellas, Julieta, desaparece sin dejar rastro como por arte de magia y Greta, muerta de dolor, enmudece durante un tiempo incapaz de soltar palabra alguna por su boca. En el hogar ya nunca más se vuelve a hablar de aquello y la familia se rompe, queda fragmentada: la madre, Helena, lo abandona todo y a todos, se larga sin despedirse de nadie, ni de su marido, ni de su madre ni de su hija pequeña, la única que le queda. El padre y la abuela cuidan de Greta, intentan protegerla, mimarla, hacerle más llevadera a la chiquilla esa nueva vida sin Julieta. 
Más tarde, mi padre me regaló un cuaderno de hojas blancas y me dijo que podía escribir en él todas mis vivencias. «Escribir te vendrá bien», me dijo con un deje de tristeza en el rostro. «Creo que llevas demasiadas cosas dentro, Greta. ¿Por qué no hablas un poco, preciosa? Puedes decirme lo que se te pase por la cabeza. Nada ni nadie te juzgará. Solo tienes que hablar. Necesitamos que nos digas algo.» A partir de ese momento, bolígrafo en mano, algunas noches me dediqué a escribir sobre todos aquellos mares que no expresaba con palabras pero que dibujaba intuitivamente. Me inventaba relatos con finales inacabados en los que aparecían muchos de los personajes de las estrambóticas leyendas de la abuela.

Veinte años después, Greta, que ahora vive en Londres con su novio Paul, regresa a la isla para cuidar a su abuela que ha sufrido una aparatosa caída y está deseando verla, allí se reencuentra inevitablemente también con su madre (a la que no desea ver) y con un gran amigo de la infancia de las dos hermanas, Max, el hijo del farero de la Mola, el niño gordito de la pandilla que de pequeño jugaba con ellas. 
Hace años, demasiados años, que no respiro el aroma de esta isla. Desde lejos, desde mi minúsculo piso de Londres, de vez en cuando la rememoro y veo cómo sopla el viento y llegan las barcas. En sueños veo las puestas de sol, y el faro de Barbaria, y el puerto de la Savina, y la Cova des Fum, de la que se cuentan tantas leyendas. Desde Londres, protegida por un muro de cemento, siempre con Paul a mi lado, fabulo y escribo sobre estas aguas. Pero nunca más he vuelto a acercarme a ellas. «A Formentera nunca, Paul.»

Las tres no tendrán más remedio que enfrentar sus traumas, intentar saldar las cuentas que quedaron pendientes en el pasado, intentar cerrar todas aquellas heridas que quedaron por cicatrizar y que tal vez aún sigan sangrando. ¿Lo conseguirán? ¿Es el amor más fuerte que el rencor? ¿se puede perdonar el abandono de una madre?

✔ Los personajes: las tres mujeres de tres generaciones, abuela (Matilde), madre (Helena), e hija (Greta), son las protagonistas en igual medida, no destaca ninguna porque la novela transcurre con capítulos alternos contados por una de ellas, sin ningún orden y desde cada punto de vista acerca del pasado, de lo sucedido ese fatídico día de la desaparición de Julieta y todo lo que vino después. Capítulos titulados en función de quién narre: Greta, Matilde, Helena, Greta, Helena Matilde, Matilde, Greta, Matilde. . .

▶︎ Matilde, la abuela: una mujer de mar, con una ventana siempre abierta al Mediterráneo, como la describió un día su marido, una mujer que de joven se bañaba desnuda y nadaba como un pez, despistada, imaginativa, lo único que siempre ha pretendido ha sido proteger a la que siempre fue su nieta preferida, a Greta, aunque para ello no haya tenido más remedio que mentir y guardar secretos. Matilde ha sido mi personaje preferido, siempre rodeada de cierto halo sobrenatural, con sus leyendas sobre sirenas, piratas, vikingos, tesoros escondidos nunca encontrados, e historias que hacían las delicias de las niñas cuando eran pequeñas. Asegura que Julieta se le aparece, que la ve y habla con ella, por las noches.
La edad de la abuela, noventa y tres años, no le impide sumergirse en el mundo de las leyendas de su tierra. Siempre ha transitado entre diferentes mundos, rodeada de espíritus, de serpientes marinas, de sirenas, de seres inmateriales que asegura que le susurran historias al oído. Ahora que está más débil que nunca es cuando más siento que conecto con la abuela de años atrás.

▶︎Helena, la madre: otra mujer reservada, introvertida, que no expresa sus sentimientos, que aprendió de chica a guardar sus emociones en su Caja, en la “caja de Helena”. 
Y entonces aprendí a callar. Y a quedármelo todo dentro, en la caja de Helena. Allí donde guardo los recuerdos, las emociones de la infancia, las caricias de mi padre, las leyendas de mamá y ese ahogo en el pecho que me crecía dentro hasta hacerse insoportable.

Una madre, que no supo procesar la desaparición de su hija preferida, de su amada, débil y siempre enfermiza Julieta, una madre que la superprotegía porque realmente sentía que esta la necesitaba más, en detrimento de la otra hija, de Greta, que siempre se consideró como la “no elegida”.
Helena, mi única hija, pienso que se ha convertido en un espíritu de viento. Ronda los sesenta y tiene unos surcos profundos bajo los ojos, los párpados encendidos y las mejillas rosadas salpicadas de manchas de sol y defuego. Como yo, como todas las mujeres de mi familia, conserva una melena
infranqueable hecha de tirabuzones de calabaza y de corcho que le caen por encima de los hombros. Es esbelta, rebelde, indómita. Tiene los ojos inexpresivos, como guijarros

Helena estuvo escribiéndole cartas a Greta durante mucho tiempo y nunca obtuvo contestación alguna. Le gustaría poder enmendar los fallos cometidos con ella, pero le da pavor hacerlo, esta vez tampoco sabe qué decirle, como enfrentarla, como mirarla a la cara 
Ver ahora a Greta, mi única hija, después de tantos años, es un puñetazo en el estómago. Mira que es guapa. Diría que ha adelgazado, eso sí, pero sigue teniendo los mismos ojos vivos e inquietos de siempre. Rezuma audacia, inteligencia, vigor. Tiene un rostro atractivo, insondable. Quisiera acercarme a ella y decirle que estoy contenta de verla después de tantos años, pero las palabras se me atascan en la garganta y no me dejan respirar. No sé lo que me pasa con mi hija Greta.

▶︎Greta, la hija: es la mayor de las hermanas, el ojito derecho de la abuela de la que hereda su imaginación desbordantesus ideas alocadas y estrambóticas. Greta, siempre inventando juegos extraños, macabros, la única de las tres mujeres de la estirpe familiar que no tiene ni el pelo rizado ni la marca de nacimiento en el muslo que define a todas y cada una de las mujeres de la familia. Estaba muy unida a su hermana pequeña, que la seguía a todas partes y desde su desaparición, tiene pesadillas nocturnas. Las dos ausencias traumáticas de su vida, la de Julieta y la de la madre, sin duda han marcado su infancia y moldeado su personalidad en la edad adulta, porque Greta se convierte en una mujer que siempre huye, que sale corriendo cuando toca implicarse emocionalmente con algo o con alguien, que cuando debe tomar alguna decisión importante en su vida, se le forma una especie de nudo en el estómago que no la deja vivir ni respirar tranquila. 
Cuando Greta era pequeña, a menudo me quedaba mucho rato observándola. Greta y sus insectos. Greta y sus juegos estrambóticos. Greta y esa mirada que atravesaba las puertas y nos desafiaba a todos con sus movimientos hipnóticos. A menudo salía al jardín de casa de mamá y se quedaba horas contemplando el majestuoso pino. Yo creo que le hablaba. Acariciaba las ramas y reunía insectos, y después pronunciaba palabras extrañas que nadie terminaba de comprender. A menudo quería acercarme a ella o sentarla en mi regazo, pero la niña daba un salto y se iba corriendo al regazo de su abuela. «Déjamela a mí», me decía siempre mamá. «Tú ocúpate de Julieta, que la pequeña te necesita»

En el fondo, su regreso a la isla también supone e implica una huida, porque se está planteando dejar a su novio Paul con el que lleva cuatro años viviendo y por el que no tiene muy claro lo que siente, una huida para evitar una conversación pendiente y un futuro por resolver. Él desea dar un paso más en la relación, tener hijos, pero ella no. Paul es la única persona que la ha aguantado, comprendido, sin pedir explicaciones, sabiendo que ella calla muchas cosas, que encierra secretos y traumas que no le ha contado. 
Ha tolerado mi desorden, mis constantes cambios de humor, las huidas inesperadas durante dos o tres días seguidos sin dar ninguna explicación. «No te preguntaré por qué te has ido, Greta.» «Gracias por comprenderme, Paul. Gracias por no hacerme preguntas.

Greta es feliz de poder volver a abrazar a su abuela, poder escuchar de nuevo su voz, sus historias, sus leyendas. Pero no desea el inevitable reencuentro con su madre, Helena, ni coincidir con ella.
Sé que mamá viene a cuidarla por las mañanas, así que me lo montaré para venir por las tardes y así no coincidir con ella. Solo la abuela y yo. Compartiendo las tardes. Cuidándola, mimándola, haciéndole compañía y, sencillamente, escuchándola durante todo el tiempo del mundo.

▶︎ Julietala hija desaparecida: aunque no de cuerpo presente, también está, porque su desaparición repentina es la basa de la trama alrededor de lo que todo gira. Julieta era (digo era, porque suponemos que murió, porque de ella nunca más se supo, ni su cuerpo se encontró) una niña preciosa, de cuerpo casi translúcido y pecas alrededor de los labios, una chiquilla con un encanto mágico que atraía las miradas de todos a su paso, con cierto aire mitológico, medio niña medio pez, con el pelo azul, y rizado, como su madre y su abuela, y la mancha de coral del muslo que caracteriza a las mujeres. A todas menos a Greta.
Yo observé el cuerpo desnudo de Julieta y su enigmático aspecto de sirena. El tono de su piel, con suaves reflejos azulados, y la lentitud de sus movimientos evocaban a una habitante de las aguas. Tenía algo de pez, y si hubiera tenido escamas habría sido claramente una sirena, pero las dos piernas, finas como un tronco de aire, le proporcionaban un porte de personaje mitológico, que ninguno de nosotros sabía exactamente cómo describir. Esta niña parece venida de otro mundo Es guapa. Realmente preciosa. Parece que venga del mar y sea una sirena. Julieta la sirena, la niña pez, la delicada y enferma, Julieta la de la mancha de coral, no como yo, la del cabello oscuro e infranqueable.

Y curiosamente, Julieta, con tan solo siete años, pareciera que supo predecir su final, lo auguraba, diciendo constantemente como algo normal, que algún día se la tragaría una ballena
Entonces Julieta se acercó a la ballena y, con los ojos tintados de niebla, recorrió su silueta con el índice. La contempló con atención, silenciosa, prácticamente abducida por su presencia.
—Este año se me tragará una ballena —dijo.Nos quedamos todas heladas.Entonces observé aquella ballena jorobada, símbolo de malos agüeros, y me la encontré de frente, nadando, con sus ojos de cobre clavados en los míos como una noche silenciosa y oscura. Me estremecí.

Dos curiosidades: 
● Formentera, está muy presente en toda la historia, podría decirse que es un personaje más. Se nombran muchos lugares y eso, si como en mi caso conoces la Isla, le aporta un plus de interés extra y le suma encanto a la lectura: el Faro de la Mola con sus tremendos acantilados de más de doscientos metros, sus paisajes, sus pinos y sabinas, Sa Cala en el Pilar de la Mola, cala Saona, la cueva de la cala de Baster, el pueblo de Sant Ferran, etc. Además, la historia está salpicada, aderezada con mitos, leyendas de tradición oral típicas del lugar. Una de ellas, la “Leyenda de la Cova des Fum” (Cueva del Humo) también conocida como la “Leyenda del rey Sigurd”, tiene su papel e importancia en la historia y lo ocurrido con Julieta y resulta que es auténtica, en la realidad, he podido comprobar que es una leyenda famosa y que incluso se organizan expediciones cada año para buscar el supuesto tesoro escondido por los piratas en la cueva. 

● En una entrevista a Laia Aguilar (Podéis leerla aquí), nos cuenta cómo se le ocurrió el tema de su novela: “Una de las últimas veces que estuve en Formentera, hace tres veranos, cayó en mis manos un libro de leyendas de la Isla. Me fascinó ese mundo lleno de magia y hechos naturales y sobrenaturales. Aparecían sirenas, pescadores muertos, tesoros escondidos en el fondo del mar”.


Resumiendo: "Todos aquellos mares" es una novela maravillosa con cierto aire de fábula que cuenta una historia de huidas, de cuentas pendientes, de respuestas a preguntas en su día no planteadas ni verbalizadas. Una historia de replanteamiento de vidas, fruto de un plan urdido con alevosía, premeditación y mucho amor, por una abuela que desea enfrentar a su hija y a su nieta, conseguir que se miren a los ojos, forzar un cara a cara para que puedan saldar sus cuentas pendientes y retomar su relación madre/hija interrumpida de forma brusca en el pasado.

Entonces sentí que el pasado me interpelaba, que se rebelaba contra todo pronóstico, que me pedía que actuara, a pesar de que era evidente que no había nada en el mundo que yo pudiera hacer para solucionarlo.


¿Os recomiendo esta novela? Por supuesto, por varios motivos: por todos los puntos destacables que os he contado arriba, pero también porque es una lectura cuyo tema predominante es el de la culpa y su poder destructivo, así como el poder sanador del perdón, de soltar todo lo que se lleva dentro que ahoga y que asfixia. Y porque es una historia muy interesante de amor/odio entre hermanas, entre madres e hijas, entre abuelas y nietas, con sus luces, sus sombras y sus contradicciones. Pero sobre todo os recomiendo conocer a Laia Aguilar que ya es una de mis autoras favoritas. ¡No os la perdáis! 

Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente: 


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