Ningún ser humano era esencialmente bueno o esencialmente malo. Todos luchábamos para superar cada día de nuestra vida. Si existía una verdad fundamental, era que cada uno de nosotros luchábamos contra la muerte.
No hay nada que la muerte no pueda reconciliar. ¿Acaso hay algo en la tierra a lo que merezca la pena seguir aferrado? Menos aún si ese algo es el odio.
No hay nada que la muerte no pueda reconciliar. ¿Acaso hay algo en la tierra a lo que merezca la pena seguir aferrado? Menos aún si ese algo es el odio.