
En su nueva vida, ella lo ha recibido todo: una familia, amigos una educación. Se siente la elegida, la privilegiada. Siempre se ha preguntado: ¿porqué yo?
En los brazos de su padre, ha aprendido a tocar con la punta de los dedos un cielo infinito imaginario y en los de su madre, las leyes del corazón: amar, llorar, perdonar, dejar fluir lo mejor de uno mismo.
Ellos no le han dado la vida, pero sí su toda su esencia, una herencia más allá de la sangre.
Con veintiséis años siente que ha llegado el momento de volver atrás, de saber más, de hurgar en sus raíces, de revivir los primeros años de la infancia, en definitiva, de seguir adelante empezando por el principio.
Necesita regresar a La India, el lugar que la vio nacer, para intentar resolver numerosos interrogantes, disipar la incertidumbre y llenar los vacíos que esconden su propia realidad, para poder así hallar su paz interior.
Pero no quiere volver como una turista mas, por eso, cuando la aceptan en una ONG que necesita voluntarios para un proyecto en un campo de trabajo en Bombay, piensa: ¡Mi sueño hecho realidad!
Hace las maletas, dispuesta a reencontrarse con su pasado, sus orígenes, rumbo a ese país de tantos contrastes: gente extremadamente rica y gente en la miseria, bellos paisajes y ratas corriendo por las calles. Un país de olores penetrantes, tan pronto aromas deliciosos, como hedores que nadie sabe de dónde proceden. Que cuenta con grandes intelectuales y la mayor industria cinematográfica del mundo, pero que continúa rigiéndose por costumbres ancestrales, como por ejemplo los matrimonios concertados.
Al principio le cuesta percibir su tierra tal y como es, desprenderse de los prejuicios, de los obstáculos (comida picante, calor sofocante, incomodidades...) Siempre tuvo la esperanza de poder entender el marathi (la lengua que hablaba cuando llegó a Barcelona), o el hindi, porque había escuchado, que cuando hablas una lengua de pequeño, nunca la pierdes del todo. Pero eso no ocurrió, no recordaba ni una sola palabra, todo era nuevo para ella.
Cuando consigue cambiar el chip ve lo que aún no ha logrado ver, estudia el entorno con una nueva mirada, reconoce la armonía que hay en todo, en definitiva empieza a entender esas vidas orientales, en cuyo trasfondo hay una filosofía, una realidad.
En “Las dos caras de la luna”, Asha vuelve a La India para grabar un documental de su vida. Pero lleva otra secreta intención escondida en su maleta: encontrar algún miembro de su familia biológica.