
“—Esta mañana la encontré ahí, patas arriba —dijo doña Elodia señalando un lugar en la playa donde se juntaba la basura que el mar traía o desenterraba: troncos, bolsas plásticas, botellas.
—¿Envenenada? —Yo creo. —¿Qué hicieron con ella? ¿La enterraron? Doña Elodia dijo que sí con la cabeza:
—Mis nietos. —¿Arriba en el cementerio?
—No, aquí nomás en la playa.
Muchos perros del pueblo morían envenenados. Alguna gente decía que los mataban aposta, pero Damaris no podía creer que hubiera personas capaces de hacer algo así y pensaba que los perros se comían por error las carnadas con veneno que dejaban para las ratas o a las ratas que estando envenenadas eran fáciles de cazar. "
—¿Envenenada? —Yo creo. —¿Qué hicieron con ella? ¿La enterraron? Doña Elodia dijo que sí con la cabeza:
—Mis nietos. —¿Arriba en el cementerio?
—No, aquí nomás en la playa.
Muchos perros del pueblo morían envenenados. Alguna gente decía que los mataban aposta, pero Damaris no podía creer que hubiera personas capaces de hacer algo así y pensaba que los perros se comían por error las carnadas con veneno que dejaban para las ratas o a las ratas que estando envenenadas eran fáciles de cazar. "

“—¿Comió algo vivo alguna vez?
—No.
—Hay una vibración, un calor pequeño y frágil que lo hace particularmente delicioso. Arrancar una vida a bocados.
Es el placer de saber que, gracias a tu intención, a tu accionar ese ser dejó de existir.
Es sentir cómo ese organismo complejo y precioso expira poco a poco, pero que, al mismo tiempo, comienza a formar parte de uno. Para siempre. Ese milagro me fascina. Esa posibilidad de unión indisoluble”
—No.
—Hay una vibración, un calor pequeño y frágil que lo hace particularmente delicioso. Arrancar una vida a bocados.
Es el placer de saber que, gracias a tu intención, a tu accionar ese ser dejó de existir.
Es sentir cómo ese organismo complejo y precioso expira poco a poco, pero que, al mismo tiempo, comienza a formar parte de uno. Para siempre. Ese milagro me fascina. Esa posibilidad de unión indisoluble”