Llevo toda la vida oyendo cosas que no quiero oír. Mierdas. Eso es, llevo toda la vida oyendo mierdas. Y qué quieres que te diga, con casi ochenta años estoy hasta las narices. Lo que peor llevo es aguantar a mi hija. Ya sé que nos pasa a todas cuando empezamos a envejecer, que nadie se vaya a pensar que me las estoy dando de especial. Pero es que es una cruz.
Se creen que tienen el cielo ganado por hacerse cargo de nosotras, pero la verdad es que son pesadísimas, no hay Dios que las soporte. Menos mal que llega un momento en que acaban hartas y desisten. Se rinden, dejándonos por imposibles. Yo estoy esperando ansiosa por ese momento en que pasen de mí y me dejen a monte de una puñetera vez. Julia, mi hija, aún no entró en esa fase y estamos echando una especie de pulso.
Se creen que tienen el cielo ganado por hacerse cargo de nosotras, pero la verdad es que son pesadísimas, no hay Dios que las soporte. Menos mal que llega un momento en que acaban hartas y desisten. Se rinden, dejándonos por imposibles. Yo estoy esperando ansiosa por ese momento en que pasen de mí y me dejen a monte de una puñetera vez. Julia, mi hija, aún no entró en esa fase y estamos echando una especie de pulso.