
“Ralph podía decirse a sí mismo que daños colaterales similares se producían después de toda atrocidad. ¿Acaso no lo había visto él mismo una y otra vez? Sí. Lo había visto. Sin embargo este caso, por alguna razón, resultaba muy personal. Casi como si esas personas hubiesen sido elegidas con ese fin.
¿Y qué podía decirse del propio Ralph? ¿No era él parte de los daños colaterales? ¿Y Jeannie? Incluso Derek, quien a su regreso de las colonias descubriría que muchas cosas que hasta ese momento daba por sentadas -el empleo de su padre, sin ir más lejos- ahora peligraban.”
¿Y qué podía decirse del propio Ralph? ¿No era él parte de los daños colaterales? ¿Y Jeannie? Incluso Derek, quien a su regreso de las colonias descubriría que muchas cosas que hasta ese momento daba por sentadas -el empleo de su padre, sin ir más lejos- ahora peligraban.”
Un niño de once años ha sido brutalmente violado y asesinado. Todas las pruebas apuntan a uno de los ciudadanos más queridos de Flint City: Terry Maitland, entrenador en la liga infantil, profesor de literatura, marido ejemplar y padre de dos niñas.
El detective Ralph Anderson ordena su detención. Maitland tiene una coartada firme que demuestra que estuvo en otra ciudad cuando se cometió el crimen, pero las pruebas de ADN encontradas en el lugar de los hechos confirman que es culpable. Ante la justicia y la opinión pública Terry Maitland es un asesino y el caso está resuelto.
Pero el detective Anderson no está satisfecho. Maitland parece un buen tipo, un ciudadano ejemplar, ¿acaso tiene dos caras? Y ¿cómo es posible que estuviera en dos sitios a la vez?
La respuesta, como no podría ser de otra forma saliendo de la pluma de Stephen King, te hará desear no haber preguntado.