
“Las dos hermanas se durmieron casi al mismo tiempo; sin embargo, antes de eso y como si por algún misterioso motivo sus pensamientos pudieran entrelazarse, pensaron la una en la otra y las dos recordaron las tardes de su niñez en la cocina de la abuela Nerea, rallando limones, sacando las semillas de las amapolas y con las palmas de las manos cubiertas, siempre, de harina…
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“Las niñas no saben su nombre, pero le llaman la Bestia, como hacen en los barrios de más allá de la Cerca donde actúa. Aparte de que no se trata de ningún animal, poco más saben de él: que viste siempre de negro; que es un gigante que mide más de dos metros; que su cara está quemada y su piel rosácea refulge encarnada a la luz de los candiles que cuelgan de las paredes; que todas las tardes se desnuda y se golpea a sí mismo con un látigo hasta que cae rendido sobre el charco de su propia sangre.
Después saca a una de las niñas de su celda y la obliga a curarle las heridas. Ya no temen una violación o que les pegue, como les pasaba al principio; se han acostumbrado al ritual ”
Después saca a una de las niñas de su celda y la obliga a curarle las heridas. Ya no temen una violación o que les pegue, como les pasaba al principio; se han acostumbrado al ritual ”