
“Su solidaridad tanto con los vendedores como con los libros que envejecían irremediablemente, la convertían en una compradora algo imprudente.
Además, los vendedores llegaban de tan lejos que ella no tenía más remedio que llevarles a la cocina y ofrecerles un té.
Allí, con la esperanza de que tardarían todavía un tiempo en regresar a ese agujero dejado de la mano de Dios, los vendedores se podían permitir el lujo de revolver el azúcar y relajarse un poco”
Además, los vendedores llegaban de tan lejos que ella no tenía más remedio que llevarles a la cocina y ofrecerles un té.
Allí, con la esperanza de que tardarían todavía un tiempo en regresar a ese agujero dejado de la mano de Dios, los vendedores se podían permitir el lujo de revolver el azúcar y relajarse un poco”
Pero en Hardborogh, el típico pueblo de gente quisquillosa y de pocas aspiraciones culturales nadie quiere una librería, ni vecinos ni comerciantes.
A pesar de ello, y en contra de todo y de todos, consigue hacerse con una casa que lleva años abandonada y hasta según dicen está embrujada, “Old House”, y pide un préstamo para arreglarla un poco.
En Hardborough a los poltergeists se les llamaban “rappers”. Podían estar allí en el mismo sitio durante años, y de pronto desaparecer de un día para otro sin dejar rastro.Una chiquilla de diez años, Christine Gipping, le ayudará en la empresa contra viento y marea.
¿Será capaz Florence Green de vencer todos los obstáculos interpuestos en su camino y conseguir hacer realidad su sueño o se verá obligada a desistir?