Pasaje destacado
"Hay gente que genera mierda y hay gente que la limpia. Yo pertenezco al segundo grupo. Sin embargo, por un instante de locura, me asomé a lo que significa formar parte del primero. Y me gustó. Me hizo sentir… especial. Mataría por experimentarlo de nuevo. Nunca un verbo estuvo mejor utilizado. Las ganas regresan. El deseo de volver a notar el poder dentro de mí. Ser otra vez una diosa. Maligna. Pero diosa. Quitarle toda aquella felicidad y quedarme con un poquito. ¿O es que no me lo merezco? ¿No nos lo merecemos todos?
A veces hay que salirse del camino que te marcan, ignorar las señales de prohibido, para que el viaje resulte interesante. El mío lleva años siendo demasiado aburrido. La rutina me ha convertido en un ser anodino. En ese momento miro mis manos y me doy cuenta de que lo que estoy fregando es un cuchillo."
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"Pensé que eso era lo más satisfactorio; creer que traspasamos los límites del lenguaje más allá de lo posible, que inventábamos un código nuevo y obsceno a base de «me gustas mucho». Sabía que eran las mismas palabras acarameladas que todas las parejas se dicen, pero al estar culiando con Manuel, tomaban un cariz original y arriesgado.
El juego de mentiras solo ocurría durante el sexo. El santo y seña para volver a la realidad, y ser los dos descreídos del amor romántico de siempre, sucedía cuando Manuel me tomaba del cuello. Mirándome fijo, y haciendo presión para asfixiarme, amenazaba: «La próxima vez que te vea, te mato»."
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"Antes de la llegada del cristianismo, los cheroquis se preciaban de ser una sociedad matriarcal y matrilineal. Las mujeres eran las cabezas de familia, pero el cristianismo situó a los hombres en lo alto. Debido a esa conversión, las mujeres cheroquis fueron desplazadas de la tierra que una vez había sido suya y que habían trabajado. Les dieron delantales y las metieron en la cocina, donde supuestamente estaba su sitio. A los hombres cheroquis, que siempre habían sido cazadores, les dijeron que cultivasen la tierra.
Mi padre tenía alma de otra época. Una época en que la tierra estaba habitada por tribus que la escuchaban y la respetaban. Ese respeto creció dentro de él hasta que se convirtió en el hombre más maravilloso que he conocido en mi vida. Yo lo quería. Mi padre estaba destinado a ser padre. Y a pesar de los problemas que hubo entre él y mi madre, también estaba destinado a ser marido."
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"Su madre le contó, conteniendo las lágrimas pero hipando, bebiendo agua entre frase y frase, que su padre se había ido, que tenía otra mujer, que había decidido abandonarlas porque esa mujer estaba embarazada y, según él, lo necesitaba. “¿Y nosotras qué? ¿no le importamos?”, berreó su madre y ella no supo qué responder. El golpe fue brutal, no sólo el abandono, sino el desprecio, la elección de formar otra familia, la traición.
El mundo de Verónica terminó de derrumbarse, hundió la mano en el bolsillo y ya no pudo sacarla de ahí hasta que estuvo sola. Dejó de ir al colegio; junto con su madre evaluaron que era la decisión con menor costo emocional para Verónica. Tal vez para las dos, aunque no lo confesaron. "