“Yo quiero ver el mundo, ¿sabe?, y encontrar un trabajo en la ciudad. Y ganar dinero y gastarlo en lo que lo gasta todo el mundo: en planes, en extraescolares para mi futura hija, en vacaciones en otros países, en tecnología. Yo quiero vivir en una isla, pero en una isla sin bosques, con una vegetación muy pobre, casi desértica, y con oportunidades.
Y decirle a la hija que tendré algún día: «Hija, deja eso ya, que estás todo el día pegada a la pantalla». Lo que yo sé también sirve en otro sitio, ¿sabe?”
Y decirle a la hija que tendré algún día: «Hija, deja eso ya, que estás todo el día pegada a la pantalla». Lo que yo sé también sirve en otro sitio, ¿sabe?”
“Ven, siéntate. No tengas miedo y, sobre todo, gracias por aceptar mi invitación. Te preguntarás porqué te he hecho venir. No te preocupes, no pasa nada. Permíteme que me presente. Me llamo Theodore Harris y estoy condenado a muerte por el asesinato de seis mujeres. ¿Asustado?
No temas, eso pasó hace mucho tiempo. Además, aquí estás a salvo. Entre estas paredes no puede ocurrirte nada.
Necesito que me escuches, que tomes nota y transmitas mi historia para que así el mundo pueda conocer lo que sucedió durante los años en los que asesiné a esas mujeres. No lo hice por capricho, tampoco por placer. Lo hice por necesidad. Cuando termine mi relato, tal vez comprendas el motivo”.
Necesito que me escuches, que tomes nota y transmitas mi historia para que así el mundo pueda conocer lo que sucedió durante los años en los que asesiné a esas mujeres. No lo hice por capricho, tampoco por placer. Lo hice por necesidad. Cuando termine mi relato, tal vez comprendas el motivo”.