"La mañana del 14 de junio de 1995 amaneció soleada. El calor de pleno estío se colaba por las ventanas abiertas de las casas haciendo sudar a sus inquilinos. La hierba tenía un color verdoso intenso, fruto de las buenas lluvias de esa primavera. Los últimos minutos había dormido a intervalos transitando entre dos mundos: el consciente y el inconsciente.
Alargó el sopor hasta que los aullidos histéricos de Coque se colaron en su sueño. Era su perro. Un cairn terrier de tres meses que su madre le había regalado. El susto hizo que se levantara de la cama como activado por un resorte. Guiado por el llanto del animal, llegó hasta la puerta del sótano. Con una mano temblona de niño de ocho años abrió la puerta. De pronto, nada. Coque había dejado de quejarse.
Alargó el sopor hasta que los aullidos histéricos de Coque se colaron en su sueño. Era su perro. Un cairn terrier de tres meses que su madre le había regalado. El susto hizo que se levantara de la cama como activado por un resorte. Guiado por el llanto del animal, llegó hasta la puerta del sótano. Con una mano temblona de niño de ocho años abrió la puerta. De pronto, nada. Coque había dejado de quejarse.