Pasaje destacado
"En aquella época, en nuestra región todavía se acostumbraba a pagar a algún pobre para que, tras un fallecimiento, comiera pan y vino al pie del ataúd y dijera estas palabras: «Te doy ahora paz y reposo, pobre hombre, para que no vuelvas a caminar por los campos ni senderos. Y, para que tengas paz, empeño mi alma». Mi abuelo decía que los comepecados habían sido sabios o individuos capaces de calmar los espíritus.
Padre había muerto en pleno ataque de ira, con todos sus pecados encima, y además había muerto con las botas puestas, cosa muy desagradable que no presagiaba nada bueno. Así que madre pensaba que tenía gran necesidad de un devorador de pecados y no admitía consuelo."
Padre había muerto en pleno ataque de ira, con todos sus pecados encima, y además había muerto con las botas puestas, cosa muy desagradable que no presagiaba nada bueno. Así que madre pensaba que tenía gran necesidad de un devorador de pecados y no admitía consuelo."