"El mundo, Lyle lo sabía, se dividía en dos tipos de personas (como suele decirse, o como se tiende a simplificar): aquellas a las que los cementerios les resultaban lugares tristes e inquietantes, y aquellas otras a las que, como le sucedía a él, les inspiraban una sensación profunda y duradera de unidad y equilibrio; como si alguien bajara repentinamente el volumen de la vida y uno flotara en el espacio exterior, contemplándolo todo, contemplando su inmensidad.
Para Lyle, aquel era un lugar en el que poder estar cerca de gente que había desaparecido hacía mucho tiempo. Un lugar libre y sereno al margen de las cosas. Un lugar en el que entrar en contacto no solo con sus recuerdos, sino también con su futuro".
Para Lyle, aquel era un lugar en el que poder estar cerca de gente que había desaparecido hacía mucho tiempo. Un lugar libre y sereno al margen de las cosas. Un lugar en el que entrar en contacto no solo con sus recuerdos, sino también con su futuro".