Conoce a Dewey leemáslibros, el gato que inspiró el título de mi blog


1 de octubre de 2024

“LA VIDA VERDADERA” de Adeline Dieudonné


   Pasaje destacado
Portada de la novela La vida verdadera de Adeline Dieudonné, Editorial Salamandra"El viejo se inclinó para hacer un bonito remolino de nata sobre mi helado con sus ojos azules abiertos como platos, concentrados en la esponjosa espiral y el sifón rozándole la mejilla en un gesto elegante y preciso, con la mano muy cerca de la cara. Y justo en el instante en que el viejo se disponía a erguirse de nuevo, el sifón explotó. Bum. Me acuerdo del ruido. El ruido fue lo primero que me aterrorizó. Rebotó contra todas las paredes de la Demo. Y mi corazón se saltó dos latidos.

Luego vi la cara del amable viejecito. El sifón se le había metido dentro, como un coche que se empotra en la fachada de una casa. Le faltaba la mitad. Su cráneo calvo estaba intacto, pero su cara era una mezcla de carne y huesos con un solo ojo dentro de su órbita. Lo vi perfectamente. Me dio tiempo. El ojo pareció sorprendido. El viejo siguió en pie dos segundos, como si su cuerpo hubiera necesitado un momento para darse cuenta de que ahora estaba coronado por una cara en carne viva. Luego se desplomó."

Adeline Dieudonné es una actriz/escritora belga (Bruselas, 1982) y ”La vida verdadera” fue su primera novela publicada en 2018 (editada en español por la editorial Salmandra en 2020), novela que cosechó numerosos galardones como el Premio Fnac de Novela, el Premio Renaudot y el Gran Premio de las Lectoras de Elle, entre muchos otros. En 2023, la autora ha publicado su nueva obra (escrita de modo epistolar) “Reste” aún no traducida el español.


Los puntos fuertes de la novela

El comienzo: Ya al principio de la novela, la chica que da voz a la narración nos introduce en la historia ambientada en la década de los setenta, nos habla de sus padres, de la madre a la que compara con una ameba porque no pinta nada en su familia y que recibe constantes palizas por parte del padre violento y maltratador, y de su hermano pequeño Gilles al que adora. Viven en una casa prefabricada y luminosa de una urbanización llamada La Demo. Y nos presenta a la hiena disecada moradora del "cuarto de los cadáveres" que ejercerá un papel importante en su imaginación y en relación con los hechos acaecidos, una hiena cuya risa creerá escuchar en los momentos más duros de la historia, porque está convencida de que el bicho en cuestión alberga un monstruo dentro. 
En casa había cuatro habitaciones. La mía, la de mi hermano pequeño Gilles, la de mis padres y la de los cadáveres. Corzos, jabalíes, ciervos. Y también cabezas de antílopes de todo tipo y de todos los tamaños: gacelas saltarinas, impalas, ñus, órices, kobos… Varias cebras amputadas, sin cuerpo. Sobre una tarima, un león entero con el cuello de una pequeña gacela entre los dientes. Y en una esquina, la hiena. Por mucho que la hubieran disecado, estaba viva, no me cabía duda, y se deleitaba con el pavor que infundía en los ojos de quienes la miraban.

✔ La trama, perturbadora e inquietante: abarca cinco años terribles que vivieron/sufrieron ambos hermanos desde que ella tenía diez y Gilles seis. Al principio nos hace saber que no hay discusiones, ni celos, tan solo un amor tierno de hermana mayor a hermano pequeño y viceversa, un amor puro y verdadero que entonces creía indestructible. Pero algo, un macabro suceso lo cambia todo. El altercado en cuestión se trata de la angustiosa visión de un rostro que estalla ante sus ojos, el rostro destrozado, en carne viva del viejo heladero que se anuncia cada tarde con su camión al ritmo del Vals de las flores de Chaikovski, tras la explosión del sifón de nata montada que queda incrustado en su cara cuando les está sirviendo un helado a los chicos (*ver Pasaje destacado, arriba). Imágenes visuales de una muerte que ya nunca podrán olvidar, de las que nunca podrán deshacerse ni siquiera en sus mejores sueños. 
Gilles se quedó mudo tres días enteros durante los cuales no me atreví a mirarlo a los enormes ojos verdes porque estaba segura de que vería en ellos, proyectada una y otra vez, la película de la cara que explota. Cuando nos sentábamos a la mesa, no comía nada. El puré y los palitos de pescado se le enfriaban en el plato. Yo intentaba distraerlo y él me seguía como un robot obediente, pero algo se había apagado en su interior.

Y a partir de ese crudo momento, los hermanos se alejan, se distancian. Porque Gilles ha dejado de ser Gilles, porque un parásito voraz y vicioso parece haberse instalado en su cabecita apoderándose de ella, un parásito que incluso le cambia la expresión de la cara, de los ojos, que le va devorando su pequeño e inocente cerebro infantil. Porque Gilles, alentado por el padre cazador, se convierte en un asesino de perros, gatos, chinchillas, de todo bicho viviente, y parece disfrutar con el sufrimiento animal y el olor de la sangre. 
No manifestaba el más mínimo interés por nada, excepto por la muerte. En realidad, yo creo que apenas sentía nada: la máquina de fabricar emociones se le había estropeado y la única manera que tenía de sentir algo era matando o torturando. Supongo que algo pasa cuando uno mata. Desplaza un elemento en el gran equilibrio universal y eso genera una sensación superpoderosa.

Y a partir de ese crudo momento, el único deseo de la hermana mayor es recuperar al Gilles de antes, reencontrarse con su risa, con sus dientes de leche y sus enormes ojos verdes. Y la única manera que se le ocurre a su imaginación también infantil es conseguir viajar en el tiempo, regresar al pasado para no vivir el presente, y pone todo su empeño en ello. 
Habría dado todo lo que tenía para poder viajar en el tiempo y volver al instante en que pedí el helado, y mi planeta no se ve absorbido por un agujero negro. Y la cara del viejo no explota delante de mi casa y de mi hermano pequeño. Y yo sigo oyendo el Vals de las flores al día siguiente y al otro, y así termina la historia. Y Gilles sonríe.

La lectura termina cuando Gilles tiene once años y la hermana quince. A lo largo de esos cinco años seremos testigos de la evolución de ambos personajes, nos enfadaremos con algunos de ellos, sufriremos y sentiremos mucha pena por lo que les ha tocado vivir a los tres, también a la martirizada madre.

✔ Los personajes: los principales y más importantes son los cuatro miembros de la familia, todos sin nombre, salvo Gilles:

La chica que cuenta la historia vive permanentemente aterrorizada en una casa infernal rodeada de violencia y palizas, con una madre sumisa que parece no querer a sus hijos, una madre por la que ella solo siente profunda compasión y desprecio, y un padre abusador que no tiene reparo alguno en maltratarlos también a ellos.
Ya no había marcha atrás: solo cabía esperar que la cólera de mi padre se materializara en forma de gritos. O más bien de rugidos. Su voz estallaba, irrumpía desde su garganta para devorar a mi madre. La descuartizaba, la despedazaba, la hacía desaparecer. Y en eso mi madre estaba de acuerdo: en desaparecer. Y si con los rugidos no había suficiente, para eso estaban las manos. Hasta que mi padre hubiera expulsado toda su ira. Mi madre acababa siempre en el suelo, inmóvil. Como una funda de almohada vacía.

Su principal propósito en la vida es su carrera particular contra la muerte, salvar a su hermano de sí mismo, del chaval repulsivo y violento en el que se está convirtiendo intentando volver atrás en el tiempo borrándolo todo, reescribiendo la historia. La niña sueña con ser como Marie Curie, es muy inteligente, le interesa la física, tiene un cerebro siempre hambriento, ávido de aprendizaje e insaciable de conocimiento, y su mundo se expande, se enriquece cuando la profe de ciencias le propone visitar a un experto apasionado por la física cuántica que vive cerca de su casa, el profesor Pavlović. 
Al profesor Pavlović no le gustaba la idea del viaje en el tiempo, pero formaba parte de los científicos que sostenían que era posible. La comunidad estaba dividida al respecto. Stephen Hawking, por ejemplo, sugería que si viajar en el tiempo fuera posible, entonces deberíamos haber recibido ya la visita de viajeros procedentes del futuro.

Pero las clases no son gratuitas y para obtener dinero consigue, a escondidas de su padre, trabajar de canguro en la casa de la que se ha convertido en su mejor amiga, la Espiga, su marido, el Campeón de kárate del que se enamora en secreto, y sus niños, Takeshi y Yumi.
Me encontraba a la Espiga paseando al pequeño Takeshi en su cochecito, entonces hacíamos una parte del camino juntas. Con el tiempo había acabado por conocer sus hábitos y adaptaba las horas de mis paseos para aumentar las probabilidades de cruzarme con ella. La Espiga era muy habladora y a mí me gustaba escuchar su voz. Sin ser plenamente consciente de ello, aquellos ratos con la Espiga se me hicieron indispensables.

Y así, poco a poco y para subsistir, la narradora va construyendo su propio e íntimo paisaje interior sólido y fértil, erigiendo su reino, un reino en el que sentirse escondida, protegida de la ira del padre, un mundo, su mundo habitado únicamente por el profesor Pavlović, el Campeón, la Espiga, Takeshi y Yumi. 

Gilles: presencia algo que ningún niño de seis años debería presenciar, algo demasiado traumático y claro. . ., queda psicológicamente tocado, dañado ¿de por vida? Gilles se vuelve totalmente insensible, nada consigue emocionarle, nada consigue interesarle más que el dolor ajeno y la muerte. Te preguntas durante la lectura qué futuro podrá tener el chaval y en qué tipo de adulto se convertirá.

La madre: no trabaja y no tiene más papel en la familia que preparar la comida, cuidar de sus cabras, de su jardín, de Coco, la cotorra y de sus hijos, aunque en esto último tampoco es que se esmere demasiado, ya que parece sentir más instinto maternal hacia sus cabras que hacia ellos. 
Era una mujer delgada con el pelo largo y aplastado. No sé si existía antes de encontrarlo a él. Supongo que sí. Debía de parecerse a una forma de vida primitiva, unicelular, ligeramente translúcida. Una ameba. Un ectoplasma, un endoplasma, un núcleo celular, una vacuola digestiva. Y con los años pasados junto a mi padre aquella poquita cosa se había ido llenando de miedo.

Interesada únicamente por sus cabras enanas y la jardinería, es una madre anulada, que no opina, que no protesta nunca y hace todo lo que el padre quiere y le ordena, una ameba a los ojos de la hija. 
Teníamos tres cabritas: Biscote, Josette y Nuez Moscada. A veces pasaba algo curioso con mi madre: cuando se trataba de sus cabras, le salía de las entrañas una especie de instinto maternal que le daba fuerzas para enfrentarse a su marido.

Aunque empatizamos totalmente con ella y al lector le horroriza todo lo que le ocurre, al principio su comportamiento cuesta de comprender, pero a lo largo de la lectura iremos entendiendo sus razones, ese intentar pasar lo más desapercibida posible para no irritar al marido, llamar su atención lo menos posible para evitar sus estallidos de cólera, evitar despertar a su malvado demonio interior.
Mi madre tenía continuamente marcas en la cara. Cuando un hematoma desaparecía, venían a sustituirlo una ceja o un labio partidos, como en una macabra carrera de relevos. El pómulo gritaba: «¡Aquí estoy! ¡Me toca!». ¡Y pum! Se volvía rojo, luego azul, luego negro, luego amarillo. A veces me parecía ver ligeros tonos verdosos. Después le tocaba el turno a un labio, luego a un ojo. La cara de mi madre no se deshinchaba nunca.

● El padre: adicto a la televisión, al whisky y a la caza, es contable en el Parque de atracciones de la ciudad, pero no le gusta su trabajo. Egocéntrico, muy violento, totalmente carente de sentimientos, es un hombre que no ama a nadie, ni a su mujer ni a sus hijos, que tan solo muestra algo de interés por Gilles cuando este tiene edad (según su manera de ver) para usar un arma, para transmitirle su obsesión por matar, por la caza. 
La puntera ancha y dura de la bota de caza de mi padre se me hundió en el vientre. La primera patada me cortó la respiración. Las siguientes parecían querer convertir mi aparato digestivo en una papilla de tejidos orgánicos. El sabor metálico que me inundó la boca me hizo sospechar que podía conseguirlo. Intenté protegerme la barriga con las manos. Entonces me agarró por la cabeza. Una de sus manazas me cogió de la mandíbula y sus dedos se me clavaron en las mejillas como si quisiera destrozarme la cara, como si quisiera pulverizar mi existencia y mi identidad. Intenté defenderme, pero él era más rápido. Volvió a golpearme.

✔ El porqué de ese título: la protagonista se inventa una “vida no verdadera” para ella y para su hermano, para que sus "vidas verdaderas" les resulten más soportables y llevaderas, un mundo propio interior en parte ficticio para salir adelante, para intentar rescatar a su hermano pequeño del silencio en el que está agazapado. Se le antoja, se inventa que vive en un mundo paralelo, en una rama equivocada de la realidad, un borrador destinado a ser reescrito y lo mejor es que consigue creérselo.

✔ La prosa, especial, se siente bonita: desde que comienzas a leer percibes que la autora lo sabe hacer muy bien, consigue engancharte porque le infunde un ritmo a lo que cuenta que no da tregua, y necesitas avanzar, seguir leyendo y leyendo sin parar.
Tenía ganas de todo, de que sus dedos palparan cada parcela de mi cuerpo y de mi interior: el interior de mi carne, de mi vientre, de mis pulmones, de mi cabeza. Quería que me abriera, que sus manos se perdieran en mi carne, en mis músculos, en mis tripas, que sus dedos se deleitaran con mi sangre caliente, que tomara mis huesos y los quebrara. Quería que me destrozara, que me devorara, que me descoyuntara.

✔ Una curiosidad: hasta leer esta novela, yo desconocía que los sifones de cocina pueden estallar y ser muy peligrosos. Al principio pensaba que era pura ficción lo ocurrido con el heladero (*ver Pasaje destacado, arriba) pero he estado investigando y parece que es algo muy real que perfectamente podría ocurrir y ocurre, que se pueden producir accidentes muy graves con los sifones. De hecho, hay noticias por ahí de este tipo de sucesos, como la muerte en 2017 de una bloguera y cocinera francesa a la que le estalló un sifón de cocina mientras preparaba crema chantilly. ¡Uffff, tremendo!

Resumiendo: “La vida verdadera” es la historia de una chiquilla que desea viajar al pasado para poder cambiar, enmendar su presente, la de una familia que vive atemorizada, con el miedo perenne metido en el cuerpo a la furia despiadada del padre que puede desencadenarse en cualquier momento, en cualquier lugar. Una historia con un final no tan sorprendente como impactante, que me ha gustado mucho.

Los cuentos sirven para meter dentro las cosas que nos dan miedo, así nos aseguramos de que no sucedan en la vida verdadera.

¿Os recomiendo esta novela?
Por supuesto, por varios motivos:
por todos los puntos destacables que os he contado arriba, pero también porque me ha parecido una lectura asombrosa, fascinante, en algunos momentos brutal pero al mismo tiempo tierna. Y porque aunque hace ya algunos días que la terminé, todavía ando dándole vueltas con su ¡bum! aún resonando en mi cabeza. Una novela difícil de olvidar. ¡No os lo perdáis! 


Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente: 




1 comments:

  1. Bueno, ni que decir tiene que me ha fascinado todo lo que cuentas. Últimamente encuentro muchas novelas con relaciones entre hermanos, la de Joyce Carol Oates que estoy leyendo, la de la hermana del desván que hoy reseña Marianna y hace unos días, tú misma, ahora ésta... Se ve que el tema da para mucho en literatura y a mí me encanta. Además en todas ellas, por lo que veo, hay sucesos más o menos escabrosos que hacen de esas relaciones algo bastante complicado y, como le decía a Marianna, me resulta curioso porque yo con mi hermana me llevo de maravilla.
    No sabía yo tampoco lo de los sifones. Se lo diré a mi hijo para que tenga cuidado.
    Un beso.

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