Reseña Exprés: "ASTILLAS EN LA PIEL" de César Pérez Gellida

“No son pocas las ocasiones en las que el destino juega con nosotros ofreciéndonos grandes oportunidades, oportunidades únicas que no son sino caminos que, al recorrerlos, condicionan por completo nuestro porvenir.

Lo cruel es que normalmente ni siquiera llegamos a detectar estos momentos clave, bien porque pasan por delante de nuestros ojos de forma fugaz, bien porque están ocultos detrás de simples detalles que no sabemos distinguir, o bien, como suele suceder, porque no estamos mirando donde tenemos que mirar”.

Todo el mundo habla maravillas de Pérez Gellida, de sus prolíficas sagas de novela negra, y hay quien incluso afirma que es el mejor autor de género negro de España. Dicen de su obra que en ella abunda la violencia, el sexo, los crímenes macabros, que sus argumentos son originales, fríos, despiadados, y que sus personajes son buenos, están bien perfilados, “gellidismo” lo llaman.

Por todo eso le tenía ganas, así que cuando vi “Astillas en la piel”, un thriller psicológico en principio no-saga (digo en principio, porque vete a saber si no habrá segunda parte, y tercera o cuarta) pues pensé que era mi oportunidad de descubrir si lo que se dice de él es cierto o mera falacia comercial.

La trama sin spoiler

Dos amigos adolescentes (trece años tenían ambos) que se conocen en un internado de la sierra de Guadarrama durante el curso de 1993, año en el que pasaron muchas cosas, ninguna de ellas buena. En ese maldito internado, el Colegio San Nicolás de Bari, estaba el típico alumno matón, Darío Gallardo, más conocido como el Joker, que se divierte puteando a los más débiles, y un profesor de literatura don Teófilo, al que llaman El sapo, pedófilo y depredador sexual.

Mateo Cabrera, el “paleto de los cojones”, el pobre desgraciado que cae en manos del Sapo y lo sufre durante meses, y Álvaro, el “puto pelele” que se ofrece para ayudar a Mateo a librarse del Joker y del acoso del Sapo (“paleto de los cojones”, “puto pelele” es como se llaman entre ellos en plan broma)

Ser del todo consciente de que estás arruinando tu vida por no tener la valentía de enfrentarte a tus demonios y no hacer nada por evitarlo te termina comiendo por dentro.

Veintiséis años después, en 2019, Mateo es crucigramista, sigue atormentado por las sombras del pasado y Álvaro ha aprendido a sacarle jugo al pasado para alimentar su presente. Ahora es un escritor famoso de novela negra que atrapa sus vivencias entre las páginas que escribe. Pero claro, la diferencia entre ambos radica en que uno de los dos se libró y el otro pagó el pato por los dos. Otra llamada de auxilio por parte de Mateo, los vuelve a reunir veintiséis años después en Urueña (Valladolid). Y allí, en esa ciudad amurallada, Villa del Libro, es donde da comienzo un juego macabro de venganza planificada que se tuerce, al final nada sale como se esperaba, una broma pesada de la que ninguno de los dos podrá salir indemne.

¿Tú crees que todos nacemos con la predisposición de matar? —Eso me lo explicó muy bien la doctora Velasco en su día: todos estamos capacitados para hacerlo en determinadas circunstancias, pero otra cosa bien distinta es que podamos matar a sangre fría y sin motivo aparente. Eso sí está al alcance de muy pocos.

Álvaro y Mateo, en capítulos alternos nos lo narran todo en primera persona, qué fue lo que pasó y qué está pasando en la actualidad, en dos escenarios distintos, el internado y Urueña, y una narración también en dos tiempos, el presente y el pasado, ambos muy negros, negrísimos.

¿Qué me ha parecido? ¿Me ha gustado?

Después de leer “Astillas en la piel” os cuento que es cierto, todo es cierto. Me ha parecido una gran novela que, según el propio autor, rompe un poco con su molde argumental anterior porque aquí no hay policías, ni investigadores, ni pistas de las que tirar. Aunque yo no haya leído nada suyo anterior, sí puedo decir sin temor a equivocarme, que tenemos "gellidismo" en estado puro, porque como parece ser habitual, Gellida nos envuelve en un ambiente asfixiante, oscuro, tétrico, con mucha violencia y sangre, mucha sangre. 

La historia es brutal, muy elaborada, compleja, adictiva. Con tan solo dos personajes, no hace falta más, ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Se guisan y se comen todas esas verdades y secretos inconfesables que por fin salen a la luz porque tarde o temprano tenían que salir, las mentiras encubiertas, esas deudas, odios y venganzas pendientes, intentando extraer esas astillas que, de tan hincadas en la piel, hubiera sido mejor dejar ahí, olvidarlas, intentar hacerse inmune al dolor que producen. Pero claro, la vida no es así, la sed de venganza es superior al ser humano que no es consciente de que esa venganza pueda darse la vuelta y volverse contra uno mismo.

Mateo, Álvaro y nosotros, los ilusos lectores que creemos saber pero que no sabemos nada, nos vemos sorprendidos y rodeados de tal incertidumbre, de giros tan increíbles que se nos corta la respiración. Podemos incluso percibir “las partículas odoríferas amoniacales propias de la orina que ha absorbido la alfombra, las trazas metálicas de la sangre que cubre su piel, pero sobre todo el característico y repugnante olor a cebolla rancia que rezuma del miedo”.

Repetiré con el autor, seguro, si no se empeña en seguir con sagas y más sagas, porque aunque aquí la historia queda cerrada totalmente, si él o la editorial quisiera, se podría seguir tirando del hilo de forma interminable, porque siempre se puede tirar y tirar, alargar y alargar.

El pasado de las personas es como el culo: todo el mundo tiene uno y solo a veces está limpio.

Muy recomendable, sobre todo para los fan del género negro y para los que aún no conozcan la pluma de Pérez Gellida, maravillosa opción para estrenarse con él. Mi nota es la máxima: