Reseñas 2x1: “LA PERRA” de Pilar Quintana y “CADÁVER EXQUISITO” de Agustina Bazterrica

“—Esta mañana la encontré ahí, patas arriba —dijo doña Elodia señalando un lugar en la playa donde se juntaba la basura que el mar traía o desenterraba: troncos, bolsas plásticas, botellas.
—¿Envenenada? —Yo creo. —¿Qué hicieron con ella? ¿La enterraron? Doña Elodia dijo que sí con la cabeza:
—Mis nietos. —¿Arriba en el cementerio?
—No, aquí nomás en la playa.

Muchos perros del pueblo morían envenenados. Alguna gente decía que los mataban aposta, pero Damaris no podía creer que hubiera personas capaces de hacer algo así y pensaba que los perros se comían por error las carnadas con veneno que dejaban para las ratas o a las ratas que estando envenenadas eran fáciles de cazar. "

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“—¿Comió algo vivo alguna vez?
—No.
—Hay una vibración, un calor pequeño y frágil que lo hace particularmente delicioso. Arrancar una vida a bocados.

Es el placer de saber que, gracias a tu intención, a tu accionar ese ser dejó de existir.

Es sentir cómo ese organismo complejo y precioso expira poco a poco, pero que, al mismo tiempo, comienza a formar parte de uno. Para siempre. Ese milagro me fascina. Esa posibilidad de unión indisoluble”

"LA PERRA"

Pilar Quintana ya es una de mis autoras sudamericanas favoritas, y lo seguirá siendo, lo supe cuando leí “Los abismos” hace nada, y lo sé ahora después de leer esta novelita. Me cautivaron entonces sus formas y sus contenidos y en “La perra” me ha vuelto a cautivar todo, la prosa de la autora y lo que cuenta, no me extraña que ganara el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana en 2018 y quedara finalista del National Book Award al mejor libro traducido en Estados Unidos en 2020.

Estamos ante una novela corta o un relato largo (tan solo 108 páginas) que, como su título indica, trata sobre la estrecha relación que se crea entre una perra y la protagonista, Damaris, cuando esta decide adoptarla después de que la madre de la camada muera envenenada. Damaris y su marido Rogelio, son ambos descendientes de africanos, de clase baja, que viven en un pueblo sin nombre medio abandonado de la costa del Pacífico colombiano, un pueblo con una única calle y las casas levantadas del suelo con postes de madera.

A la perra la llama Chirli, el nombre que tenía pensado para el hijo deseado que nunca llegó a tener, esperando llenar ese vacío que siempre está ahí, ahogándola, asfixiándola. El matrimonio lleva veinte años juntos y bastante tiempo intentando ser padres, y ahora ya Damaris ha cumplido los cuarenta, la edad en la que las mujeres se secan según le decía su tío Eliécer.

Sentía que la vida era como la caleta y que a ella le había tocado atravesarla caminando con los pies enterrados en el barro y el agua hasta la cintura, sola, completamente sola, en un cuerpo que no le daba hijos y solo servía para romper cosas.

Al principio tiene miedo de que a Rogelio no le guste la idea, ya que él no trata bien a los perros y eso que ya tenían tres bastante ariscos, Danger, Mosco y Olivo, únicamente para que ladren y cuiden de la casa. Damaris se vuelca en la perrita, la colma de atenciones, buscando reciprocidad, pero Chirli es un alma libre, es un alma más bien gatuna y, como los hijos que terminan levantando el vuelo, se escapa continuamente a la peligrosa selva poblada de arañas, serpientes, zancudos, dejando a su dueña desesperada y ansiosamente preocupada. Un día, Chirli regresa preñada y Damaris comprueba horrorizada que no es una buena madre y no cuida bien a sus cachorros, los rechaza, los abandona. Es la gota que colma el vaso, la desilusión completa, el desencanto, Y es que, para ella, que también fue abandonada por su madre de pequeña, la maternidad es algo intocable, sagrado. Dueña y perra, se distancian, dejan de necesitarse.

La novela además de corta, puede parecer de argumento simple, pero nada más lejos. Porque no, no es simplemente la historia de una mujer que adopta una perra para darle mimos, y que le haga compañía, hay mucha más chicha de fondo: el estigma social y la frustración que supone para algunas mujeres el no poder tener hijos, la soledad, el racismo, la diferencia de clases sociales, la lealtad, la traición, la culpa, la violencia latente que puede estallar en cualquier momento.

Llorando, le contó la historia de la mujer de treinta y ocho, de las veces que había llorado en silencio, de lo horrible que era que todo el mundo pudiera tener hijos y ella no, de las cuchilladas que sentía en el alma cada vez que veía a una mujer preñada, un recién nacido o una pareja con un niño, del suplicio que era vivir ansiando un ser pequeñito para acunarlo en su pecho y que todos los meses le llegara la regla.

Con los dos protagonistas me ha ocurrido algo curioso: Rogelio empezó cayéndome muy mal y Damaris muy bien, me transmitía ternura y emotividad, pero según avanzaba la trama, se fueron cambiando los papeles, Rogelio acabó sorprendiéndome bastante en el buen sentido y Damaris al contrario.

La ambientación está muy bien conseguida, nos envuelve esa naturaleza a veces violenta, hostil, destructora, y la ferocidad de la selva colombiana, los picudos, el perpetuo mar que engulle, que se traga todo lo que encuentra en su camino. 

Parece que Pilar Quintana vivió entre los 30 y los 39 años, en un lugar muy similar al que se describe en La perra, en Juanchaco, cerca de Buenaventura, en el Pacífico colombiano y eso se nota, se percibe en cómo lo transmite.

Resumiendo: "La perra" me ha parecido una lectura breve magnética, hipnótica, pero que también tiene su lado perturbador y estremecedor. Una lectura que ha corroborado lo que ya sabía, que esta autora merece mucho la pena y que se queda conmigo.

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"CADÁVER EXQUISITO"

Llevaba tiempo con esta lectura en mente, pero fue cuando Rocío la reseñó en su blog y me explicó en un comentario que la había abandonado y la había retomado después, no porque le hubiese aburrido, sino porque le pareció muy “perturbadora”, cuando Irene y yo nos decidimos a leerla conjuntamente. Ambas somos bastante macabras literariamente hablando y nos gustan las novelas que perturban, que impactan, nos pareció una buena candidata para nuestro club de lectura particular. Y lo ha sido.

La historia que nos muestra Agustina Bazterrica (Buenos Aires, 1974) en esta novela cortita de poco más de 200 páginas que ganó el Premio Clarín 2017 (un premio concedido por la editorial Alfaguara a una novela inédita escrita en español), es tremendamente perturbadora, estremecedora, es de esas que golpean fuerte, que incluso en algunos momentos te llega a noquear.

El tema se las trae. . . Imaginad por un momento una sociedad caníbal, con gente que come gente. Una sociedad, en la que, si antes se comía carne animal, ahora se come carne humana, porque los animales han desaparecido fulminados por un virus que se transmite a través del consumo, es decir que los humanos son criados para ser carne comestible, carne que alimenta a carne. Imaginad un mundo con almacenes-frigoríficos, criaderos, mataderos con aturdidores, líneas de sacrificio, desolladoras, áreas de triería, laboratorios de experimentación, cotos de caza, carne genéticamente modificada y controlada para que sea más tierna, más rica y más adictiva, ordeñadoras de ubres, pero todo con personas a las que se les ha cortado las cuerdas vocales para poderles controlar mejor. Manejando humanos como si fueran ganado, refiriéndose a ellos como especímenes, cabezas, carne, producto, bien mueble, mercancía, lotes de carne, media res. ¡Tremendo! ¿verdad?

Sabe que hay gente que cría cabezas domésticas y se las van comiendo mientras están vivas, por partes. Dicen que la carne es más sabrosa, bien fresca, aseguran. Ya están a la venta los instructivos que explican cómo, cuándo y dónde cortar para que el producto no muera antes de tiempo.

Pues en ese mundo vive Marcos Tejo, el protagonista de esta historia. Él no es un hombre íntegro como su padre, que hoy vive encerrado en una residencia, totalmente ido, demente, porque cuando todo cambió, no fue capaz de asumir la rutina de matar, “el gesto automático y desapasionado de faenar humanos”. Marcos es la mano derecha del jefe en el Frigorífico Krieg, muy bueno en lo que hace, el mejor, el más respetado, exigente con la mercancía. Y está solo, pocos saben que perdió un hijo, que su mujer se fue, que su padre se derrumba en un silencio oscuro y demencial. Aunque también es cierto que en el fondo, a Marcos le asquea esa vida, su trabajo. 

El ser humano es la causa de todos los males de este mundo. Somos nuestro propio virus.

“Cadáver exquisito” me ha hecho recordar y me ha traslado a mi época de estudiante de Veterinaria, me ha llevado a aquel matadero (el antiguo Matadero de Legazpi) en el que estuve haciendo prácticas durante mi carrera, he recordado lo asqueada que me sentía, la semana tan horrible que pasé, lo que sufrí viendo como se trataba y mataba a los animales para nuestro consumo y que me llevó a replantearme seriamente mi futura profesión.

Agustina Bazterrica escribe bien, de eso no hay duda, la prosa está muy cuidada, escoge las palabras con mimo y eso es algo que se agradece y que constato últimamente en la mayoría de escritoras sudamericanas que voy descubriendo, mirad. . .

Hace mucho tiempo que no sentía que esa casa era su hogar. Antes era un espacio para dormir y comer. Un lugar con palabras quebradas, silencios encapsulados en las paredes, con la acumulación de tristezas astillando el aire, raspándolo, agrietando el oxígeno. Una casa donde se estaba gestando una locura agazapada, inminente.

Pero lo que me parece realmente fascinante de esta novela, lo más alucinante es la idea, lo que se cuece en ella, no he dejado de preguntarme durante toda la lectura cómo es posible que se le pueda haber ocurrido algo así a alguien, algo tan macabro, tan impensable pero tan original. Curiosamente, además de fascinación, he sentido repulsión, mucha repulsión, tremenda repulsión sobre todo en algunos momentos en los que, aunque soy de estómago fuerte, me he sentido horrorizada con lo que leía. Pero eso es algo que  me encanta y que pocas lecturas logran conseguir.

Resumiendo: "Cadáver exquisito” me ha parecido una novela espeluznante, aterradora, no apta para lectores de estómago frágil. Una distopia que narra una sociedad donde el consumo de carne humana es legal, una historia brutal que te obliga a reflexionar sobre la moralidad de comer carne animal, sobre la falta absoluta de empatía del ser humano, en definitiva sobre la inhumanidad del ser humano..

Tenía la mirada humana del animal domesticado.

Las dos novelas me han gustado mucho, creo que merecen la pena, aunque "Cadáver exquisito" no sea para todo el mundo. Mi nota es la máxima para ambas: