Pasaje destacado
"En la ciudad amurallada, el invierno era duro, tanto que los unicornios perdían la vida de forma despiadada uno tras otro; en la ciudad amurallada, la comida era sencilla y escasa, y la gente vivía silenciosa y pobremente, con lo mínimo para subsistir, vistiendo ropa ajada por el uso hasta dejarla hecha jirones; en la ciudad amurallada no había ni música ni objetos que sirvieran para algo más que las necesidades básicas.
El canal se había quedado seco y las numerosas fábricas estaban cerradas y en ruinas, mientras los edificios comunales de viviendas, asediados por la oscuridad, se escoraban penosamente en peligrosos ángulos; en la ciudad amurallada no había perros ni gatos, solo aves que atravesaban, aupadas a lomos del viento, los vertiginosos confines de la muralla. La ciudad amurallada era lo menos parecido a un mundo ideal".
Pasaje destacado
"El rugido de una ola enmudecía la tierra. Por unos instantes, Lucas estuvo inmerso en una oscuridad que lo consumía. No pensó en la muerte Lucas. No quiso ni tuvo tiempo de contemplar la idea de morir ahí, ahogado tan cerca de una orilla y tan lejos de la hondura del mar. Solo pensó en el hartazgo.
Fuera del mar lo esperaban su propia culpa, su ira, sus ganas de morirse, su incapacidad para hacerlo, la terapia de pareja, los eufemismos para lo innombrable, su empeño por iluminar el pozo de brea en que se había convertido su interior, el esfuerzo por fingir que no había sido así, su miedo a los fantasmas de los niños que se van al cielo."
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"Fingir es necesario para existir. La sinceridad está extremadamente sobrevalorada. Es así: el mundo nos exige que seamos sinceros, que compartamos nuestros sentimientos. Con la verdad se pierde el misterio, la intimidad, las estrategias de cada uno, esos rincones ínfimos que debemos conservar como seres humanos, las ganas —por qué no decirlo— de sabernos indescifrables, la capacidad de saber que existe algo que es solo nuestro.
La verdad es algo que solo nos debemos a nosotros mismos, a nadie más. Porque sí, vale, todo te empuja a sincerarte, ¿y después qué? ¿Qué hacemos con ese puñado de realidades incómodas? ¿Qué hace el otro con ello? Es imposible fabricar una nueva existencia a partir de la verdad. Lo que queda al sincerarnos con los demás es la vida expuesta. Lo contrario de la verdad no es la mentira, es el misterio".
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"Junto a las mujeres de mi familia o de mi bloque, también con las compañeras de la escuela, el tiempo se dilataba como si lo bañase en agua caliente. No podía ser una de ellas, no podía tocar esa vida, pero sí atesorar lo que sin pretenderlo me enseñaban. Un traje de feminidad hecho a escondidas y a mi medida.
Absorbía la energía que creía percibir cuando las mujeres estaban reunidas, sin hombres. Me quedaba a soñar en ella, me producía cosquilleos y una sensación de paz que no encontraba en ningún otro sitio. El tiempo con los hombres de la familia me enfriaba por dentro y me mantenía en tensión".