
“Aunque había hablado con agentes de policía varias veces, no parecían tomarla muy en serio; tuvo la sensación de que conocían a Lew, o Lew a ellos, en algún sentido que la excluía. Ella era la (ex)esposa quejica, la (ex)esposa histérica, muy poco de fiar e irrelevante.
Todos le preguntaban si Lew le había pegado, a ella o a la niña. Si se había puesto violento y había roto cosas, si era un alcohólico, si tomaba drogas, si la acosaba, si amenazaba con matarla…, en concreto, ¿qué le había hecho?
No importaba qué les dijera, nunca parecía importar. Cuántas veces se lo había contado. Hasta que Lew les hiciera daño de verdad, a ella o a su hija, o destrozara bienes de un modo que pudiera considerarse delito, o involucrara a otros en sus amenazas, la policía no haría nada.
Todos le preguntaban si Lew le había pegado, a ella o a la niña. Si se había puesto violento y había roto cosas, si era un alcohólico, si tomaba drogas, si la acosaba, si amenazaba con matarla…, en concreto, ¿qué le había hecho?
No importaba qué les dijera, nunca parecía importar. Cuántas veces se lo había contado. Hasta que Lew les hiciera daño de verdad, a ella o a su hija, o destrozara bienes de un modo que pudiera considerarse delito, o involucrara a otros en sus amenazas, la policía no haría nada.


