Conoce a Dewey leemáslibros, el gato que inspiró el título de mi blog


30 de marzo de 2014

"PSIQUIATRAS, PSICÓLOGOS Y OTROS ENFERMOS" de Rodrigo Muñoz Avia



"Saber a qué se dedican los psiquiatras es tan difícil como saber a qué se dedican los psicólogos. Antes de ir a la consulta de mi cuñado Ernesto, yo sólo tenía una noción muy vaga de cuál era la función de la psiquiatría.

Después de ir a su consulta y a otras diez o doce consultas más de psiquiatras y psicólogos ya ni siquiera tengo esa vaga noción.

He llegado a la conclusión de que a ciencia cierta nadie sabe lo que es la psiquiatría o la psicología, ni tampoco lo que las diferencia, y que la principal ocupación de psiquiatras y psicólogos es tratar de averiguar quiénes son ellos y a qué se dedican.

Yo creo que en el fondo estas personas tienen un problema de identidad y que todas ellas requerirían un tratamiento psicológico, si acaso lograran ponerse de acuerdo sobre lo que eso significa".
Rodrigo tiene 37 años, trabaja en la empresa de ascensores que fundó su padre y su vida hasta ahora ha transcurrido de forma placentera al lado de su mujer, sus hijos y Arnold, un gato con complejo de perro.
"El gato de mis hijos es un gato persa himalayo de un tamaño descomunal, y su principal peculiaridad es que en vez de maullar, ladra. Esto lo digo completamente en serio, aunque nadie me cree nunca. Ese gato, a diario, cuando llego a casa para comer y abro la puerta del garaje con el mando a distancia, me dirige su mirada cruzada desde lo alto de su columna (una de las columnas de ladrillos que delimitan la cancela exterior) y emite unas extrañas ventosidades con la boca, sonidos guturales muy secos y cortos, que si no fuera porque provienen de un gato, nadie dudaría en denominar ladridos"

Pero una pequeña crisis nerviosa sin importancia, en presencia de su inaguantable cuñado Ernesto, que además es psiquiatra, lo enredará todo.

Ernesto, conseguirá convencerle para que asista a su consulta en calidad de paciente. Realmente él no quería ir, porque estaba convencido de que no tenía ningún problema mental, pero dudó y eso fue su perdición
“Dudé y cuando dudas siempre haces lo contrario de lo que en realidad quieres hacer. Cuando me pilla un atasco en Madrid y dudo entre dos itinerarios posibles siempre cojo el que pienso que es peor. No sé por qué, es muy raro. Pero cuando llega el momento de decidir, la opción que me parece peor ejerce una extraña atracción sobre mí. No sé, ya he dicho que a esto se le podría llamar fatalidad: puestos a caernos en un hoyo, nos caemos en el más profundo”

Diagnosticado de enfermo fóbico, parafásico, disléxico, obsesivo y depresivo, comienza su particular gincana psico-psiquiátrica, en busca de una solución
“Cuando pienso en la parafasia soy parafásico y me cuesta mucho colocar las síbalas en orden y en lugar de decir «supermercado», digo, por ejemplo, «sumerpercado». A veces esto mismo me ocurre con el orden de las palabras y digo, por ejemplo, «me estómago el duele» cuando, evidentemente, lo que quiero decir" es que me duele el estómago. Otras veces es todavía peor y lo que hago es cambiar letras o sílabas entre distintas palabras. Cuando digo «me he tensionado la toma», en realidad quiero decir que me he tomado la tensión”.

¿Conseguirán ayudarle esos “adictos a la enfermedad”, como él describe a los psiquiatras y psicólogos que visita?¿volverá a ser feliz algún día?

19 de marzo de 2014

"INTEMPERIE" de Jesús Carrasco



"En realidad, no había preparado su marcha. Simplemente, un día, una gota derramó un caldero.

A partir de ese momento, brotó en él la idea de la fuga como una ilusión necesaria para poder soportar el infierno de silencio en el que vivía. Una idea que se empezó a formar en su mente en cuanto su cerebro estuvo listo para albergarla y que ya no le abandonó nunca más.

Salvo el morral y la precaución de escapar en una noche sin luna, no había hecho ningún otro preparativo ni cálculo. En todo caso confiaba en sus conocimientos para abrirse paso con mayor soltura. Al fin y al cabo, él era tan hijo de aquella tierra como las perdices y los olivos"
Un chico deambulando por el monte alejándose de su pueblo, de su padre, del alguacil, huyendo como alma que lleva el diablo. Y un viejo pastor, sin más compañía que su burro, su perro, sus cabras.

Dos seres solitarios muy necesitados el uno al otro, que si bien podrían haber seguido rumbos distintos y no haberse cruzado nunca en el camino, probablemente estaban predestinados a encontrarse, a unir sus destinos.

El cabrero recibirá del niño ayuda en sus quehaceres cotidianos, compañía, alguien con quién hablar. Y el pequeño obtendrá a cambio alimentos, protección, amparo, calor humano.
"Así era como empezaba a regularizarse su convivencia. El pastor, reducido por la creciente sequedad de sus articulaciones, tendido bajo el cielo inclemente. El chico, como una extensión tónica del viejo, dispuesto para el laboreo que el llano y la intemperie les imponían".

Pero los perseguidos no tendrán ni un minuto de tregua, de descanso, conociendo de primera mano hasta donde es capaz de llegar la crueldad del ser humano.
"Entendió que el viejo no sería quien le entregara la llave al mundo de los adultos, ese en el que la brutalidad se empleaba sin más razón que la codicia o la lujuria"

¿Podrá el niño sobrevivir a la intemperie? ¿Será capaz de deshacerse de sus hostigadores y volver a casa?

9 de marzo de 2014

"EL LENGUAJE DE LAS FLORES" de Vanessa Diffenbaugh



El lenguaje de las flores no es negociable, Victoria —replicó al mismo tiempo que se daba la vuelta para ponerse los guantes de jardinería. 
Cogió la pala y empezó a remover la tierra donde yo había arrancado una docena de plantas buscando la cuchara. 

¿Qué quiere decir que no es negociable? —pregunté. Di un sorbo a la infusión de menta, tragué e hice una mueca mientras esperaba a que mi estómago se calmara. 

Quiere decir que sólo hay una definición, un significado para cada planta. Como el romero, que significa... Recuerdo —completé.
Exacto —confirmó Elizabeth, sorprendida. Y la aguileña...  —Abandono. ¿Acebo?  —Previsión. ¿Lavanda?  —Desconfianza"

Victoria Jones es huérfana y ha pasado sus dieciocho años de vida entrando y saliendo de numerosos hogares tutelados.  Siempre ha sido una chiquilla “distante, irascible, hermética, impenitente, imprevisible y taciturna” o al menos esos son los defectos que arrastra su libreta de valoraciones.

Lo más cerca que ha estado nunca de conseguir una verdadera madre adoptiva fue cuando tenia nueve años, con Elizabeth,  la única persona en su vida capaz de demostrarle un amor incondicional, de tener la suficiente paciencia como para conseguir ganarse su cariño.
“Cuando me fijé en Elizabeth, su cara reflejaba tanta emoción que no supe si estaba a punto de reír o llorar. Me abrazó, pasando los brazos por debajo de mis axilas y entrelazando las manos sobre mi pecho.  —Mírate —me dijo—. Mi niña.  En cierta manera, en ese momento sus palabras decían la verdad. Tenía la vaga sensación de ser una niña muy pequeña—una recién nacida, incluso—, arropada en sus brazos. Era como si la infancia que yo había vivido no me perteneciera a mí, sino a una niña que había sido sustituida por la que ahora veía en el espejo”

Durante el poco tiempo que pasó a su lado, aprendió a conocer el lenguaje de las flores, a expresarse a través de ellas. Sin sospechar lo útil que ello le iba a resultar en un futuro, conoció y memorizó cada uno de sus nombres científicos, sus significados.
“Te hablo del lenguaje de las flores —aclaró Elizabeth—. Tiene su origen en la era victoriana (de Victoria, como tu nombre), cuando la gente se comunicaba a través de las flores. Si un hombre le regalaba a una joven un ramo de flores, ella volvía presurosa a su casa e intentaba descodificarlo, como si fuera un mensaje secreto. Las rosas rojas significan amor, las amarillas, infidelidad. Los hombres tenían que elegir con cuidado las flores que regalaban”

Pero algo hizo Victoria que lo echó todo a perder, algo que generó en la niña un inmenso sentimiento de culpa, un lastre del que no sería nada fácil desprenderse y que propició que Elizabeth no pudiese adoptarla.
“¿De verdad crees que eres el único ser humano imperdonablemente defectuoso? ¿El único ser humano que ha sufrido casi hasta el punto de derrumbarse?
Me observó fijamente. Cuando desvió la mirada, supe que había entendido que sí, que yo me creía la única”.  


Y ahora, ya alcanzada la mayoría de edad, la ley le obliga a emanciparse, abriéndose un mundo desconocido ante ella, al que deberá enfrentarse sin ningún apoyo, encontrar un trabajo, salir adelante.
“Mi inminente condición de vagabunda no había sido una decisión consciente; sin embargo, al levantarme para vestirme la mañana que iban a echarme a la calle, me sorprendió comprobar que no tenía miedo. En lugar de sentir temor o rabia, lo que notaba era expectación y nerviosismo, una sensación parecida a la que había experimentado de niña la vigilia de cada nueva asignación a una posible familia adoptiva. Ahora, ya adulta, mis esperanzas para el futuro eran sencillas: quería estar sola y rodeada de flores”.

Victoria sufrirá diversas calamidades, tendrá que dormir en un parque, pasará hambre, indigencia, hasta que Renata se cruza en su camino ofreciéndole un empleo en la floristería que regenta.
 “Habría podido contratar a otra persona. Alguien menos imperfecto, quizá, o que al menos lo disimulara mejor. Pero no habría encontrado a nadie con tu talento para las flores, Victoria. Lo que tienes es un don. Cuando estás trabajando, te transformas completamente. Aflojas la mandíbula y te brillan los ojos. Tus dedos manipulan las flores con un respeto y una suavidad que hace imposible pensar que seas capaz de cualquier violencia. Nunca olvidaré la primera vez que lo presencié. Cuando te vi arreglando los girasoles en la mesa, tuve la impresión de que contemplaba a una chica totalmente diferente”.

A partir de ahí las cosas serán algo más fáciles, pero tampoco demasiado…

¿Conseguirá Victoria llevar una vida normal? ¿Qué será eso tan imperdonable que le hizo a Elizabeth? ¿Se reencontrará con ella algún día?