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16 de mayo de 2010

"EL VELO PINTADO" de Somerset Maugham

El velo pintado cayó en mis manos hace algunos días, en el mostrador de préstamo de la biblioteca en la que trabajo. Ya me había llamado la atención en algún momento, pero por una razón u otra, había pospuesto su lectura. Me encantó la frase que aparece en la cubierta “a veces el viaje más largo es la distancia entre dos personas”. Y cuanta verdad contienen esas palabras…

Londres, años 20, Kitty vive con sus padres y su hermana Doris. Su madre, una mujer dura, cruel, ambiciosa y autoritaria, se desvive por encontrar maridos de buena posición para sus hijas. Su padre, un ser insignificante para ellas, es ignorado y despreciado por todas, al no ser capaz de proporcionarles una mejor clase social

Los años pasan para Kitty y a los 25, tras descartar varios pretendientes, sigue soltera.

Un día conoce a Walter, un bacteriólogo del gobierno de China, personaje sin el menor encanto, aunque sensible, tímido y bondadoso, que se enamora perdida e incondicionalmente de ella. Accede a casarse con él ante la perspectiva de una nueva vida y la boda inminente de su hermana, menos agraciada, pero que ya ha encontrado un buen partido.

Ya llevaba varias semanas en Hong Kong cuando conoce a Charles Townsend, vicesecretario colonial, hombre casado y muy atractivo. Ambos comienzan un apasionado romance, descubierto por Walter que le expone un ultimátum, ella consiente en irse con él a Mei Tan Fu, un lejano pueblecito asolado por una grave epidemia de cólera, o él solicita la demanda de divorcio.


Convencida de que Charlie quiere estar con ella para el resto de sus días, se lo cuenta todo, llevándose una gran decepción. Él no está dispuesto a hacer daño a su mujer por nada del mundo, ya que la quiere y la necesita a su lado.

Destrozados ambos, emprenden un largo viaje hacia lo que ella piensa que va a ser una muerte segura.

En su nuevo destino, Walter ejerce de médico, exponiéndose continuamente a los mortales efectos de la enfermedad.

En ese mágico pueblo, poco a poco Kitty va recuperando la paz de espíritu que había perdido y aunque su relación sigue siendo distante, se va dando cuenta del tipo de persona que es su marido, sintiéndose orgullosa de la extraordinaria labor que está realizando.

Cuando comienza a sentir la necesidad imperiosa de ayudar a los demás, conoce a un grupo de monjas francesas, que admiran y apoyan a su marido y que le permiten trabajar de forma altruista en el convento, con las niñas huérfanas que allí residen. Las dos que ejercen mayor influencia sobre ella son sor Saint Joseph y la madre superiora, dos almas bondadosas, libres de cualquier atadura terrenal.

Y un día cayó en la cuenta de que ya no pensaba en Charlie y que ahora le consideraba un ser despreciable y ruín. Se sentía libre…

Supo que estaba embarazada, pero no sabía de quien era el niño, podía ser tanto de uno como de otro.

Una noche, Walter no llega a casa. De madrugada le despiertan, dándole la fatal noticia de que se ha contagiado y está muy grave. Ella corre a su lado, para intentar por todos los medios conseguir que le perdone.

La escena que más me conmueve de toda la novela es esa: Kitty suplicándole perdón y él, en su lecho de muerte, agonizando, sin darse cuenta ya de nada. Sólo alcanza a balbucear una frase, en ese momento sin sentido para ella: “fue el perro el que murió”. 

A los pocos días le cuentan que estaba realizando experimentos y quizás ya nunca sabría si murió por accidente o si estaba experimentando consigo mismo. También descubrió que la frase sin sentido era la cita de un libro “elegía a la muerte de un perro rabioso” de Oliver Goldsmith, que decía: “el hombre se recuperó del mordisco, fue el perro el que murió”.

Las monjas la convencen para que deje aquel lugar y regrese a su tierra natal con sus padres. 

De escala en China, recibe una invitación de Dorothy, la mujer de Charlie para hospedarse en su casa. Todos consideran que es una heroína.

El reencuentro me sorprende. Yo pensaba que ella había escarmentado y hubiera apostado por su rechazo, pero el amor es como es y vuelve a caer en sus redes. Pero sólo por una noche, porque enseguida despreciándose a sí misma, se convence de que debe irse lejos, donde él no pueda ejercer su influencia sobre ella.

Y así lo hace. A su regreso a Londres, su madre acaba de morir, ironías del destino, sin saber que a su padre le han ofrecido un trabajo de juez presidente en Las Bahamas, un trabajo que piensa aceptar. Kitty, arrepentida de haberle tratado siempre tan mal, dándose cuenta de la distancia tan abismal que ha existido entre ellos, le pide que le deje intentar ganarse su cariño, acompañándole en su viaje.

Ya no es la misma persona, los errores, las locuras y los reveses sufridos, le habían permitido divisar el camino de la paz.

Hubo momentos en los que pensé que iba a ser una simple novela de amor, pero me equivocaba. Lo más importante que creo que transmite, es como a veces, los palos en la vida, además de hacerte madurar, te hacen cambiar y ser mejor persona