Pasaje destacado
"Nuestro sentido del valor de lo existente se determina por el entorno en el que crecemos. Y creo que aprendemos a juzgar a los demás basándonos en un estándar que nos impone la primera persona con la que entramos en contacto, que en la mayoría de los casos es nuestra madre.
Por lo menos, yo me baso en los valores que me transmitió mi madre para juzgar a otras personas, y nunca he conocido a nadie tan extraordinario como ella. Lo que significa que no lamentaría la muerte de ninguno de los que me rodean…, incluido mi padre, por desgracia. Es agradable y alegre, está bien para ser dueño de una tienda de electrodomésticos en una ciudad de provincias, pero eso es todo. Pese a que no lo odio, no encuentro ningún valor en él para que merezca seguir vivo."
Pasaje destacado
"Por alguna razón extraordinaria, Ainize siempre había sido capaz de percibir las energías de su entorno y desde niña había sido muy consciente de que en Artziniega y más concretamente en aquella colina y en aquella casa, no había nada bueno.
Su madre se había marchado sin dejar rastro, su abuelo había aparecido ahogado en el río, su bisabuela se había lanzado por el barranco de la colina sin pensar en los tres hijos que dejaba atrás.
Se decía que era un gen hereditario que había pasado de generación en generación, pero Ainize sabía que no. La soledad de aquella vida, la tristeza de aquel clima y la rudeza de aquellas tierras eran lo que, con el paso de los años, mermaba el buen humor y las energías de cualquiera. Artziniega de por sí ya era un lugar solitario, pero en aquella colina la soledad se acentuaba con fuerza e intensidad."
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"En las demás familias, hay fotografías de ese momento. Están en el aparador del salón, del comedor, como suele decirse, encima de la chimenea, o pegadas con un imán en el frigorífico. En nuestra casa no hay aparador, no se dice nunca comedor para hablar de una sala, no tenemos chimenea, no tenemos nada con imanes en el frigorífico, no tenemos fotografías.Ninguna fotografía.
Somos una familia anónima. No sabemos de dónde salimos. Nosotros, yo, mi hermano, mi hermana, crecemos en blanco. No hablamos de cómo era antes. No hacemos preguntas. No preguntamos nada. Yo no pregunto nada. Crezco en una nebulosa. Me invento las respuestas. En mi lengua materna."
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"Tras el horror de 1981, el embotamiento que tan estimulante me había parecido durante los últimos tres años de instituto se fue endureciendo hasta alcanzar una frialdad remota que me costó décadas derretir por completo.
Nunca volví a ser el mismo después de 1981, nunca hubo un periodo de recuperación, y ahora puedo señalar el momento en que fui feliz por última vez, o más concretamente el momento en que se dieron los últimos vestigios de felicidad, incluso de calidez, antes de precipitarme en el terror y la paranoia y empezar a comprender cómo operaba de verdad el mundo adulto por contraposición a mis fantasías adolescentes sobre cómo había imaginado que funcionaba."
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"Por hoy te dejaremos en paz si te tragas enteras estas tres tizas. Primero me ordenó que me metiera dos trozos en la nariz, uno en cada agujero, hasta el fondo. Luego agitó el tercero delante de mis ojos y me dijo: «Eh, bizco. Da las gracias y trágatelo. ¡Ya!». Acto seguido me dio un puntapié en la rodilla.
Me dieron patadas en las rodillas y los muslos, fueron desplazando poco a poco los pies, pisándome la barriga como si quisieran comprobar su blandura con las suelas de sus zapatillas, y al final me patearon todo el cuerpo. Me arrojaron contra la pared, me hicieron caer dando tumbos sobre las mesas. Cada golpe iba acompañado de un ruido infernal. Dentro de mi cabeza me repetía que era lo de siempre, que no era para tanto, mientras esperaba que todo aquello pasase lo antes posible
"