Pasaje destacado
"Ellas son las madres. Mujeres que soportan embarazos, hijos, pérdidas; mujeres que luchan para salir adelante, para sobrevivir, para proteger a sus hijos y mantener su recuerdo, aunque ni siquiera hayan llegado a nacer. Son las amazonas de los tiempos actuales, madres monstruosas en potencia, mujeres a las que se les ha vetado el derecho a ser consideradas madres, pese a haber engendrado, parido, llorado en silencio, sin que nadie haya intentado comprenderlas.
Son mujeres como cualquier otra. No madres. Mujeres anónimas como yo —¿yo soy una de ellas?— que habitan en los márgenes del mundo, protagonizando siempre papeles secundarios. Cada una de ellas lleva un bebé agarrado a la matriz, un bebé que vive y pervivirá para siempre. Pero si las miras bien adentro, más allá de las pupilas, si te sumerges en las cuencas oculares y atraviesas pozos, ríos, terrenos pantanosos, podrás ver restos de amor, de ternura y de ausencia, de las muchas historias que todavía no han contado."
Pasaje destacado
"En aquella época, en nuestra región todavía se acostumbraba a pagar a algún pobre para que, tras un fallecimiento, comiera pan y vino al pie del ataúd y dijera estas palabras: «Te doy ahora paz y reposo, pobre hombre, para que no vuelvas a caminar por los campos ni senderos. Y, para que tengas paz, empeño mi alma». Mi abuelo decía que los comepecados habían sido sabios o individuos capaces de calmar los espíritus.
Padre había muerto en pleno ataque de ira, con todos sus pecados encima, y además había muerto con las botas puestas, cosa muy desagradable que no presagiaba nada bueno. Así que madre pensaba que tenía gran necesidad de un devorador de pecados y no admitía consuelo."
Pasaje destacado
"Solía dejar que el agua me cubriera hasta las rodillas en este tramo del Gunnison, cuando el río todavía bajaba rápido y espumoso por el valle donde nací, sobre el que se alzaba el extenso y solitario parque natural Big Blue. Sabía cómo despertaba mi pueblo, Iola, todas las mañanas, con sus fragantes desayunos y el ajetreo de sus granjas y ranchos. Sabía cómo el amanecer iluminaba el lado oriental de Main Street para luego ir ascendiendo poco a poco hacia el centro del pueblo, cruzar las vías del ferrocarril y el patio de la escuela y alumbrar la única vidriera redonda, azul y roja, de la diminuta iglesia.
Conocía todos los atajos, a todos los vecinos. Sabía cuál era el árbol viejo y retorcido que producía sistemáticamente los melocotones más dulces de la granja de mi familia. Y sabía, quizá mejor que la mayoría de la gente, lo triste que era aquel lugar "
Pasaje destacado
"El río observaba cómo los largos mechones de pelo flotaban en su superficie, como gusanos que los peces intentaban comer.
El río sabía lo que tenía que hacer. Entró en los pulmones y volvió el cuerpo lo bastante pesado para que se hundiese hasta el lodo del fondo mientras los halcones se alejaban sobrevolando las colinas. Cuando los ojos se hincharon y el corazón se empapó, el río lo olió. A veces el corazón tenía un olor dulce y amargo. Otras tenía un olor tan parecido a su agua que el río no podía distinguirlos. Se obsesionó con el momento en el que el cuerpo decía: Soy.
Bajo estas nubes de Ohio, un río seguirá discurriendo y una madre gritará. En las corrientes avivadas por la lluvia y la niebla, ¿cuánto se alejará un cuerpo de casa? "