Surge entre ellos el típico flechazo a primera vista, una atracción fatal que deriva en una relación muy compleja.
Al principio, todo asemeja un cortejo de lo más usual: chico conoce chica, se atraen, se gustan, se enamoran. Pero las cosas no marchan por esos derroteros...
Ana tiene 21 años, es virgen, inocente y cuando conoce a Christian, comienza a experimentar los primeros síntomas de la seducción, una corriente extraña cuando él le toca, mariposas en el estómago. Y es que es tan atractivo, tan guapo...
Anastasia se deja llevar y cuando quiere darse cuenta ya está atrapada en sus ojos impenetrables, en el hechizo de ese hombre, que tiene un lado triste y que peca de todo, salvo de usual.
Pero probablemente ambos esperen cosas muy distintas uno del otro: el tiene gustos sexuales fuertes, relacionados con el BDSM, quiere una relación amo/sumisa y que ella firme un contrato pormenorizado con unas estrictas reglas a cumplir.
"¿Cuál es la reacción adecuada cuando descubres que tu posible amante es un sádico o un masoquista total?"
Algunos juegos eróticos, de este "obseso del control", no le gustan, no terminan de convencerla, como por ejemplo los azotes. Aunque obviando estos detalles más escabrosos, la verdad es que Ana está encantada con todo lo que él le hace.
Pero se está enamorando y llega un momento en el que quiere más: un novio, un compromiso, algo más que sexo, sexo y solo sexo.
Desde los comienzos Christian le ha advertido que se aleje de él, que no le conviene, que su vida no ha sido fácil, que esta envuelto en cincuenta sombras...
"Anastasia, deberías mantenerte alejada de mí. No soy un hombre para ti —suspira".