“¿Quién no ha dudado nunca de la autenticidad de sus recuerdos? ¿Quién no se ha preguntado alguna vez en qué medida los ha desfigurado, embellecido?
Todos somos unos mentirosos. Disfrazamos, falsificamos, modificamos, rellenamos los vacíos. Todos somos mitómanos. Lo único que varía es el grado de mitomanía.
¿Y si toda mi vida, tal como se la he contado, no era más que una mentira? ¿Me quedaba algo a lo que aferrarme?esperanza.”
Todos somos unos mentirosos. Disfrazamos, falsificamos, modificamos, rellenamos los vacíos. Todos somos mitómanos. Lo único que varía es el grado de mitomanía.
¿Y si toda mi vida, tal como se la he contado, no era más que una mentira? ¿Me quedaba algo a lo que aferrarme?esperanza.”
Una noche gélida del Pacífico Norte, zarandeado por la lluvia torrencial y un viento huracanado, un ferri se bambolea a merced del océano embravecido. Ajenos al temporal, dos adolescentes, Henry y Naomi, discuten con saña en cubierta. Al día siguiente, el cadáver de la chica, arrastrado por el fuerte oleaje, aparece atrapado en una red de pesca. Este terrible suceso, que hace estallar la burbuja sobreprotectora en la que se ha criado Henry, provocará un giro radical en su vida y una conmoción sin precedentes en la isla de Glass. En un entorno cada vez más adverso, Henry comienza a investigar la muerte de Naomi con la ayuda de sus amigos más fieles, una lucha contra el reloj que, inevitablemente, lo conduce a sacar a la luz los secretos más inimaginables de los habitantes de la isla.