“En mi opinión, muchísima gente disfrutaría haciendo lo que yo hice, y por eso disfrutan con libros y películas (y hoy día incluso programas de televisión) que muestran torturas y descuartizamientos, etc.
La única diferencia es que yo lo hice de verdad. Pero no porque esté loco o furioso. Solo porque no sabía cómo sería exactamente la experiencia, aparte de emocionantísima, dejando “recuerdos para toda la vida”, como suele decirse.
A la mayoría de las personas les ponen unas Botas de Plomo en la niñez y tienen que llevarlas ya siempre. Esas Botas de Plomo se llaman CONCIENCIA. Yo no tengo, y por eso puedo elevarme muy por encima de las cabezas de la Gente normal”
La única diferencia es que yo lo hice de verdad. Pero no porque esté loco o furioso. Solo porque no sabía cómo sería exactamente la experiencia, aparte de emocionantísima, dejando “recuerdos para toda la vida”, como suele decirse.
A la mayoría de las personas les ponen unas Botas de Plomo en la niñez y tienen que llevarlas ya siempre. Esas Botas de Plomo se llaman CONCIENCIA. Yo no tengo, y por eso puedo elevarme muy por encima de las cabezas de la Gente normal”
Una mañana cualquiera de su anodina existencia, recibe un sobre sin remite del supuesto culpable de un caso sin resolver que tantos quebraderos de cabeza les trajo tiempo atrás en la comisaría.
Todavía se le ponen los pelos de punta al recordar la catástrofe que en su día dio tanto que hablar, al hombre del mercedes gris robado, llevándose por delante a una muchedumbre que hacía cola en una Feria de Empleo recientemente inaugurada.
Fueron demasiados muertos, entre ellos varias mujeres y un bebé. Varios meses intentando dar con el “Asesino del Mercedes”, un individuo tal vez muy inteligente, o tal vez muy loco.
Brady reconoce que tiene una enfermedad mental, claro que sí: una persona normal no embiste con un coche a una muchedumbre ni se plantea eliminar al presidente de Estados Unidos con un atentado suicida. Una persona normal no mata a su hermano menor. Un hombre normal no se detiene ante la puerta de su madre, preguntándose si está desnuda. Pero a un hombre anormal no le gusta que los demás sepan que es anormal
Y ahora sin esperarlo, el demente le escribe retándole, incitándole a contactar con él en la web “Bajo el paraguas azul de Debbie”, una página para las relaciones sociales donde personas interesantes intercambian opiniones interesantes.
Y por supuesto que Hodges no puede dejar pasar la oportunidad que se le brinda para poder por fin atraparle y al mismo tiempo volver a sentir los maravillosos efluvios de la adrenalina corriendo por sus venas.
Se dice que da igual quién atrape a ese psicópata hijo de puta, pero no es verdad. No da igual. El problema es que sin Mr. Mercedes su vida volverá a ser lo que era antes: la televisión por las tardes y el jugueteo con el arma de su padre
Con la ayuda primero de Jane (hermana de la pobre Olivia Trelawney, dueña del Mercedes) y después de la de su joven vecino negro Jerome y Holly (la prima loca de Olivia y Jane), intentará seguirle la pista por su cuenta, sin ser demasiado consciente del peligro al que todos (no sólo él) estarán expuestos. Porque ya se lo advirtió en su carta:
¡Voy a matarte. No me verás venir!
¿Conseguirán el exinspector de policía y sus novatos secuaces dar al traste con los nuevos y macabros planes de el Asesino del Mercedes?