Siempre me ha llamado la atención Iréne Némirosky, una de las escritoras de mayor prestigio en Francia, ucraniana de origen judío, que vivó muchos años en París , que comenzó a escribir con 18 años y que fue arrastrada como tantos y tantos judíos hacia el horror de el campo de concentración de Auschwitz, donde falleció en el año 1942.
Autora de varias novelas como "El ardor de la sangre", "Los perros y los lobos" "El baile" "Suite francesa" "El maestro de almas", entre otros...
Quería contaros que me he apuntado al concurso que Carmen y amig@s hace en su blog. Me encantaría tener suerte esta vez, pero bueno, ya se sabe que desafortunada en el juego...
El plazo de participación comenzó ayer, 7 de noviembre y podéis apuntaros hasta el 27 de noviembre. El día 29 se colgará la entrada con los participantes y el 30 de noviembre sabremos el nombre del ganador/a.
Así que ya sabéis... si alguien se anima, las bases aquí.
Este libro irradia delicadeza lo mires por donde lo mires, lo leas por donde lo leas. Empezando por la forma delicada que tiene François de abordar a Nathalie en la calle el día que se conocieron "por sus andares sobre todo, emanaba de ella una especie de naturalidad, tan conmovedora, una gracia en el movimiento y pensó: es exactamente la clase de mujer con la que me gustaría marcharme un fin de semana a Ginebra"
De esta forma nace una relación, a ojos de cualquiera demasiado perfecta para ser real, pero que en verdad era real. Entre ellos sucedía algo poco frecuente en las parejas: "cada día conservaba aún la huella del primero".
Que todo les fuera tan bien ya casi les resultaba inquietante. "Nadie podía imaginar que esa felicidad les daba miedo, temían que pudiera llevar intrínseca la amenaza de la desgracia", como así sucedió...
Nathalie se vio transportada de la noche a la mañana, de la felicidad más completa, a la más absoluta de todas las tristezas por la muerte de François
¿Conseguirá rehacer su vida, salir adelante, volver a enamorarse?
La vida de Alan Greenmor nunca ha sido fácil, una infancia sin la figura paterna, una adolescencia agobiada por una madre, cuyo único aliciente en la vida es darle a él el futuro que ella no tuvo y para terminar de colmar el vaso, el abandono reciente de su novia Audrey sin darle explicación alguna.
A estas alturas, siente como una losa ese amplio historial de fracasos y abandonos que le persigue y que le incita a acabar con todo, a preparar su muerte.
Curiosamente, en un artículo de una revista sobre el derecho al suicidio, ha conocido el sitio ideal para llevar a cabo su plan: el único punto de la torre Eiffel libre de vigilancia, en los baños de mujeres del lujoso restaurante de la segunda planta “Le Jules Verne”, un lugar grandioso para morir...
Y cuando estaba a punto de dar el paso, una tos..., unas palabras, ¡vamos salta! Y una mano temblorosa tendida en el mejor de los momentos, a cambio de un trato, un compromiso: “Tú renuncias a quitarte la vida y yo me ocupo de ti, de volver a ponerte en el buen camino, de hacer de ti un hombre capaz de gobernar su vida, de resolver sus problemas, e incluso de ser feliz. A cambio, deberás comprometerte a hacer todo lo que yo te diga. Deberás comprometerte... con la vida”.
Desde ese momento, Yves Dubreuil, su misterioso salvador, comienza a imponerle una serie de retos, algunos más duros que otros, con el supuesto fin de ayudarle a recuperar las riendas de su vida, sin doblegarse a los deseos de los demás.
"— ¿Mi primera tarea?
—Sí, tu primera misión, si lo prefieres. Lo que tendrás que hacer en espera de otras instrucciones.
—No estoy seguro de comprenderlo.
—Has vivido cosas que, en cierta manera, se han grabado en ti y condicionan la forma en que ves el mundo, en que te comportas, tus relaciones con los demás, tus emociones... El resultado de todo ello es un verdadero desastre, hablando claramente. Te causa problemas y te hace desgraciado. Tu vida será mediocre mientras la vivas así, por lo que hay que obrar ciertos cambios..."
Pero en realidad, ¿cuales serán sus verdaderas intenciones? ¿Quiere obtener algo más de él? ¿Conseguirá Alan, liberarse del compromiso, de su atadura con Dubreuil algún día? ¿Y a cambio de qué?
En el camino de su evolución personal, de su recuperación psicológica, Alan se debate entre las rachas de optimismo y alegría por los logros conseguidos y el temor de fondo a los posibles motivos ocultos que pueda tener ese hombre, del que nada sabe y que ha irrumpido tan fuerte en su nueva existencia.
Algo sobre el autor
Según nos cuenta en la entrevista concedida al diario ABC en este mes de Octubre, el autor fue un niño modelo, un estudiante modelo y un trabajador modelo con un buen salario, hasta que se dio cuenta de que esa vida no le hacía feliz. Laurent Gounelle encontró su camino a los 40.
En plena crisis existencial, el autor del bestseller mundial «El hombre que quería ser feliz» (Maeva), convertido rápidamente en un bestseller internacional, se fue a EE.UU. a estudiar Psicología y descubrió cómo esta disciplina podía mejorar la vida de las personas.
Especialista en desarrollo personal, lleva más de catorce años recorriendo el planeta para conversar con los mejores en todo lo que atañe a la psicología y a las distintas formas de mejorar nuestra vida. Gounelle sabe extraer lo más relevante de cada cultura y adaptarlo en sus libros haciéndolos asequibles, reconfortantes. Parece que todas sus novelas siguen el mismo patrón, con una especie de maestro providencial que enseña a sus protagonistas a alcanzar la felicidad a través del pensamiento positivo y la evolución personal.
Mi conclusión final
Para ser sincera, lo que atrajo poderosamente mi atención hacia este libro fue la Torre Eiffel ocupando gran parte de su cubierta y poder comprobar que toda la trama sucedía en París. El haber estado recientemente y por dos veces en esa maravillosa ciudad, también tuvo algo que ver en mi elección. Me apetecía tanto enfrascarme en una historia narrada en un trasfondo parisino...
Toda la novela gira en torno a los dos personajes más importantes: Alan el protagonista, con su vida hecha añicos y Dubreuil, salido de la nada, que pretende ayudarle a recomponerla. Los demás, son personajes sin importancia, que si bien deben estar ahí, pasan bastante desapercibidos.
Ya desde el primer capítulo, consigues meterte en la piel de ese desgraciado que quiere suicidarse y que no deja nada tras de sí, ni un amigo, ni un pariente ni una afición... nada.
Su comienzo es trepidante, con un ritmo muy intenso que ya promete y aunque reconozco que a veces decae un poco, consiguió mantenerme en todo momento interesada en saber si Alan conseguirá cumplir los retos impuestos, para llegar algún día a romper su forzado compromiso, después de su supuesto reencuentro con la vida.
El autor logra en todo momento, que te pongas en el lugar de nuestro protagonista, con cada una de sus lecciones a través de su viaje interior, pasándolo unas veces verdaderamente mal y otras sonriendo con deleite ante las situaciones tan cómicas en las que se ve inmerso.
El final, me ha gustado. No se han dejado cabos sueltos y se han resuelto todas las dudas que te envuelven durante toda la lectura (igual que le sucede a Alan)
Aunque encasillado como "narrativa extranjera contemporánea", bien podría estar en la sección de autoayuda de cualquier biblioteca. Es una lectura muy recomendable, por gratificante y que nos aporta recetas sabias para disfrutar más de la vida, nuevas formas de afrontar y encarar situaciones, relaciones personales complicadas, conseguir nuestras metas, por difíciles que nos parezcan, aumentar nuestra autoestima y algo fundamental, no dejarnos influenciar por lo que los demás piensen sobre nosotros.
¿Te has preguntado alguna vez si llevas la vida que realmente te gustaría llevar? Tanto si estás pasando por momentos difíciles, con inseguridades, sin saber afrontar ciertos problemas, como si te sientes feliz, contento contigo mismo y con tu vida, te recomiendo su lectura, porque seguro que te va a dejar buen sabor de boca.
Y un vídeo con una entrevista del canal Periodista Digital TV, a Laurent Gounelle, en la que se habla del argumento del libro, de los personajes, etc
Engendrado en París, pero ciudadano norteamericano de nacimiento, Alan ha sido abandonado por sus dos padres, el natural y el adoptivo. Su madre, que lo último que desea es ver reflejado en él sus propios errores, que hace lo posible y lo imposible por darle una carrera universitaria, fallece el día después de su diplomatura como contable. Es como si al ver ya cumplidas todas sus expectativas, se hubiese dado permiso a sí misma para morir...
Alan, regresa a sus orígenes y pronto encuentra trabajo en Dunker Consulting, una empresa de consultoría, donde priman los resultados económicos a corto plazo y las mentiras para ascender puestos en el ranking empresarial, sobre el bienestar de sus trabajadores. Su papel de juez en busca de candidatos o perfiles para puestos de trabajo, le ahoga, le asfixia.
Su suerte cambia cuando conoce a Audrey. Con ella encuentra por primera vez la felicidad y pasa cuatro meses inolvidables a su lado. Pero como según el dicho popular "todo lo que empieza acaba", igual que entra de forma repentina, sale de su vida, sin motivos aparentes.
A partir de aquí, la idea del suicidio empieza a adquirir forma en su mente. Y el día elegido, en el segundo piso de la Torre Eiffel, Yves Dubreuil, le agarra en el último momento, casi cuando ya estaba suspendido en el vacío y le hace aferrarse a la vida, a cambio de comprometerse a hacer todo lo que él le pida, con la idea de ayudarle a encauzar su vida.
Comienzan las pruebas a cual más rocambolescas, todas con el mismo objetivo: el de aprender a lograr lo que se quiere en el día a día, sin temor a contrariar a la gente, familiarizándose con situaciones incómodas, para finalmente llegar a comprobar que las actitudes de los demás para con él, están condicionadas por su propio comportamiento. Para que os hagáis una idea, tiene que realizar este tipo de acciones: visitar tres panaderías al día, decir que quieres algo y luego buscar un pretexto para rechazarlo y pedir otra cosa, volver a rechazarlo y así hasta una tercera y una cuarta cosa, para al final decir que no quieres nada. O entrar en una relojería, probarse una quincena de relojes, hacer muchas preguntas y volver a salir sin comprar nada.
Como curiosidad, voy a resaltar dos grandes triunfos de Alan que me han llamado bastante la atención, en ambos casos por los métodos usados para alcanzarlos:
1.- Como consigue dejar el tabaco: Cada vez que Dubreuil le manda un sms, él debe fumarse un cigarro, le apetezca en ese momento o no, se encuentre en la situación que se encuentre. Y claro, le bombardea con mensajes a todas horas, incluso de noche, para que el hecho de fumar se convierta en una pesadilla y asqueado, acabe por aborrecerlo:
"Buenos días, soy yo Alan. Ya... ya no puedo más. Deje de enviarme mensajes todo el tiempo. Voy... voy a reventar. Se lo suplico, déjeme dejarlo. Ya no quiero fumar en absoluto, ¿me oye? ya no soporto sus cigarrillos. Déjeme dejarlo..."
2.- Como consigue vencer el miedo a enfrentarse a Stalin, el perro guardián de Dubreuil: Una noche se cuela en su mansión, para intentar averiguar lo que pone sobre él en una libreta que lleva su nombre y que presentía encerraba algo importante. Y así es, cuando la tiene entre las manos, es consciente de un hecho impactante: el encuentro en la Torre Eiffel, el día de su pretendido suicidio, no fue fortuito. Además, lo sabe todo de su vida, hasta los detalles más íntimos. Cuando intenta salir, Stalin ya está suelto y para llegar a la verja, debe de pasar delante de él:
"¿Me atacaría Stalin si no tuviera miedo de él? ¿Como reaccionaría si permaneciese sereno, relajado, e incluso confiado? Es mi única salida... Stalin me aterrorizaba ¿Hasta que punto su maldad era inducida por la visión que yo tenía de él? ¿Mi pavor era el fruto de su agresividad o... su desencadenante? ¿Tendría el valor de enfrentarme a mi miedo, de dominarlo y luego ir hacia él? Inspiré profundamente, luego exhalé despacio todo el aire contenido en mis pulmones. Comencé de nuevo, la respiración profunda. Cada espiración me ayudaba a relajarme cada vez más. Stalin es un amigo, un buen perro... estoy bien... me siento bien... confío en mi mismo... confío en él, lo quiero y él también me quiere... todo va bien... Comencé a andar despacio, respirando pausadamente, cada vez más relajado. Continué andando mientras ignoraba al perro, orientando mi pensamiento hacia la agradable noche, la quietud del jardín. En ningún momento mi mirada se posó en él y sin embargo vi por el rabillo del ojo que levantaba la cabeza. Continué avanzando, manteniendo mi sentimiento de confianza y mi calma. El buen perro no se movía. Acabé trepando la verja, antes de esfumarme en la noche"
Por una parte feliz por los logros que va consiguiendo, por otra y como telón de fondo, siempre el miedo por el desconocimiento de las verdaderas intenciones de su bienhechor. Sus temores se acrecientan cuando descubre que Yves Dubreuil no existe. Su verdadero nombre es Igor Dubrovski, un médico psiquiatra expulsado del colegio de médicos en el pasado y con un proceso judicial del que salió absuelto, todo por unos métodos de ejercer la psiquiatría calificados como "peligrosos" por la prensa de entonces.
Este descubrimiento es el detonante definitivo para que Alan decida llevar a buen término la última misión encomendada, la que le dará la libertad y cortará los lazos de su compromiso. Para esta idea descabellada y a priori imposible (hacerse con la presidencia de Dunker Consulting), sólo dispone de tres semanas y después una última cita en el mismo lugar donde se encontraron por primera vez, en el restaurante Le Jules Verne de la Torre Eiffel.
Y como para darle la razón en sus reincidentes palabras "si quieres puedes”, sí que pudo. Filtrando a la prensa las mentiras constantes de las que se valía la empresa, como divulgar puestos de trabajo inexistentes e inventados, hace que el valor de las acciones caigan en picado y ya con todo a su favor, consigue que los accionistas le proclamen Presidente de Dunker Consulting, después de escuchar su charla tan convincente y ante todo sincera, prometiendo una gestión transparente, más humana, con perspectivas de ganancias a largo plazo, donde prevalezca el bienestar y la ilusión de los trabajadores. Por fin se sentía libre...
Con ganas de hacerle múltiples preguntas que resolvieran todas sus dudas, acude a la última cita con Dubrovski. El lugar le trae tantos recuerdos...
"Cuanto camino recorrido desde ese día... Cuantas emociones, tensiones, angustias, pero también esperanzas, progresos, avances... Por supuesto no había cambiado como persona. Pero tenía la sensación de haberme liberado de mis cadenas, como un barco suelta las amarras que lo retienen en el muelle. Había descubierto que la mayoría de mis miedos, no eran sino una creación de mi mente. La realidad adopta a veces la forma de un dragón aterrador, que se desvanece en cuanto nos atrevemos a mirarlo de frente. Bajo la influencia de Igor, había domesticado los dragones de mi existencia y ésta me parecía ahora poblada de ángeles benévolos".
La solución a todas sus dudas sobre él, es sencilla y a la vez complicada: Dubrovski era su padre. ¿Como se llegó a dicha situación? Años después de haberle concebido, se encariña de la hija de una de sus criadas, desempeñando con ella el papel de padrino y protector. Sabéis quien era esa niña? Nada más y nada menos que Audrey. Arrepentido por haberle abandonado de pequeño, investiga sobre su paradero, tardando más de quince años en encontrar su rastro y cuando le encuentra, le pide a su protegida que le vigile muy de cerca, para conocer cada uno de los detalles de su vida. Pero la chica, a fuerza de seguirle y observarle, se enamora perdidamente de él, negándose a seguir remitiéndole informes sobre Alan. Y entonces es cuando comienza la relación entre ambos.
Aunque más tarde Dubreuil la convence para que por su bien, le abandone sólo por un tiempo, el tiempo necesario para dirigirle en el camino de rehacer su vida.
El final me pareció impactante: el enterarse de que su propio padre le había enseñado a dejar sus miedos a un lado, a recuperar la confianza en sí mismo y su autoestima, su reencuentro con Audrey y el emotivo entierro con la música de Rajmáninov acompañándole en su última morada
Frases y párrafos que quiero recordar
“No hay grandes problemas. No hay más que personas pequeñas”.
“El único dueño de tu suerte eres tú"
“Deberás aprender a no doblegarte ante lo que espera la gente de ti, a no plegarte siempre a sus criterios, sino atreverte a mostrar tus diferencias, a veces cuando éstas resulten molestas e incómodas. En resumen, abandonar la imagen que deseas dar a los demás y aprender a no preocuparte mucho lo que opinen de ti”.
“Cuando ya no tenemos ganas de evolucionar empezamos a morir muy lentamente... Si se decide seguir aprendiendo y evolucionando, uno sigue siendo joven. Si quieres seguir siendo joven toda la vida, continúa evolucionando, aprendiendo, descubriendo y no te encierres en costumbres que anquilosan tu mente
“Durante mucho tiempo se creyó que el número de neuronas disminuía con la edad de manera irreversible hasta el final de nuestra vida, pero muy recientemente se ha probado que éstas podían seguir creándose de adultos”
“Voy a confiarte un secreto. Un secreto para que te permitas relacionarte con cualquier persona, incluso de una cultura diferente. Establecer contacto y hacer que en seguida esa persona tenga ganas de escuchar tus palabras, de respetar tu punto de vista, aunque sea diferente del suyo."Abraza el universo de tu prójimo y se abrirá a ti". Abrazar el universo del otro, es interesarte en él hasta el punto de querer experimentar lo que supone estar en su piel, intentar pensar como él. Cuando logres esto, estarás en condiciones de sentir con bastante precisión lo que el otro sentirá y comprender auténticamente a esa persona
“Uno se hace daño a si mismo cuando piensa en el deseo de venganza. Cuando uno rumia su venganza, siente una energía ciertamente muy estimulante, pero es una energía negativa, destructiva, que nos corrompe. No salimos de ella más fuertes. Habrá muchas menos guerras el día en que los hombres dejen de querer vengarse”.
“Tu ira produce una energía, una fuerza y esa fuerza puede ser canalizada y empleada para actuar y servir a tus intereses, mientras que la venganza no te aporta nada en absoluto, no hace más que destruir”
“Si todo nuestro entorno tiende a hacer críticas negativas, reproches, la autocrítica se instala en nuestros hábitos de pensamiento. Lo que hace falta es crear nuevos hábitos en la mente asociados a emociones positivas, hasta que se generen nuevos lazos neuronales, se refuercen y finalmente se vuelvan preponderantes. Pero eso lleva su tiempo. Todas las noches, antes de dormirte, vas a tomarte dos minutos para pensar en la jornada que acaba de terminar y anotar en algún sitio tres cosas que has realizado y de las que estás orgulloso. No se trata de proezas. Pueden ser pequeñas acciones, aunque por otra parte no se trata obligatoriamente de una acción, puedes estar satisfecho de la manera en que has reaccionado frente a algo, de lo que has sentido, de haber mantenido la calma en situaciones que normalmente te enfadan”