“El cuarto día maquinaba su muerte tumbada allí. Mientras elaboraba mentalmente un listado de recursos, la planificación me proporcionaba consuelo
Quizás esos días sean mi presente para siempre, por haber logrado sobrevivir plenamente en la minucia de cada hora y cada segundo de meticulosa estrategia.
Durante ese periodo de tortura indeleble estuve completamente sola. Y debo decir ahora, no sin orgullo, que el resultado que obtuve, mi incuestionable victoria, no fue sino una obra maestra.”
Quizás esos días sean mi presente para siempre, por haber logrado sobrevivir plenamente en la minucia de cada hora y cada segundo de meticulosa estrategia.
Durante ese periodo de tortura indeleble estuve completamente sola. Y debo decir ahora, no sin orgullo, que el resultado que obtuve, mi incuestionable victoria, no fue sino una obra maestra.”
Hay días en tu vida que son tremendamente inquietantes, pero vistos en retrospectiva resultan de lo más cómicos. Siniestramente cómicos, pero cómicos, con todo y con eso. Hay personas en tu vida que parecen de lo más raras, y también ellas vistas en retrospectiva resultan siniestramente cómicas; además te recuerdan cuáles son tus puntos fuertes, porque ponen el listón muy bajo, respirando en tu mundo, como si tuviesen derecho a hacerlo.
Recuerda perfectamente como fue capturada, a su secuestrador y como a pesar de su corta edad, siempre confió plenamente en su inteligencia para superar esa situación terrible en la que se encontraba.
Cada hora, cada minuto, o más bien cada segundo que pasó en su encierro, los pasó imaginando y tejiendo meticulosamente un plan de huida, anotando mentalmente cada detalle de su entorno, de las costumbres de su captor, del patrón que seguía la Gente de la Cocina (a los que escuchaba puntualmente cada semana, supuestamente preparándole su comida), recopilando y enumerando con paciencia cada recurso válido para su maquinación. El odio a su secuestrador no hacía más que alimentar su deseo de venganza.
La furia que sentía se vio reforzada, consolidada guarnecida y fortificada. Creo que el mismísimo Dios habría levantado las celestiales manos en señal de derrota después de ver mi cara de odio absoluto, como de otro mundo. Mi compromiso con la idea de escapar y llevar a cabo una venganza cruel pasó a ser una fuerza imparable.
En su plan no había cabida para las contingencias, para ningún imprevisto. Ninguna puntada podía quedar sin hilo, ni podía quedar ningún cabo sueltos.
Para entonces probablemente pudiera haberlo matado con los ojos vendados y dormida, de tanto repetir lo que planeaba hacer me hallaba en posición de ventaja y contaba con el factor sorpresa y, gracias a mi incesante estudio, sabía con tal precisión cuáles eran sus movimientos, sus patrones, su modo de caminar, sus pasos, su altura y su peso que bien podría haberme metamorfoseado en él.
¿De qué manera conseguirá Lisa llevar a cabo su calculado plan 15/33?