“ Si nunca en nuestras vidas se hubiera cruzado lo fatal, esa maldita circunstancia, yo habría pasado la prueba como tantas otras mujeres. No digo que hubiera obtenido la mejor nota, tal vez la mínima necesaria. Pero allí estaría, siendo la madre que podía ser.
La maternidad está llena de pequeños fracasos que pasan inadvertidos. Hay madres que tienen suerte y la vida no las somete a ese tipo de pruebas. Yo sólo tengo una suerte pequeña.
Estoy otra vez en la Argentina. Después de veinte años. Pero aun así, entre mis pies y la tierra a la que vuelvo hay mucha distancia, todavía no toco ningún otro suelo que el de la propia nave. ¿Cuándo se vuelve? ¿Cuándo uno puede decir que pisó otra vez el suelo donde nació? ¿Cuándo uno está de regreso?
La maternidad está llena de pequeños fracasos que pasan inadvertidos. Hay madres que tienen suerte y la vida no las somete a ese tipo de pruebas. Yo sólo tengo una suerte pequeña.
Estoy otra vez en la Argentina. Después de veinte años. Pero aun así, entre mis pies y la tierra a la que vuelvo hay mucha distancia, todavía no toco ningún otro suelo que el de la propia nave. ¿Cuándo se vuelve? ¿Cuándo uno puede decir que pisó otra vez el suelo donde nació? ¿Cuándo uno está de regreso?
Después de veinte años una mujer vuelve a Argentina, de donde partió escapando de una desgracia. Pero la que regresa es otra: no luce igual, su voz es diferente. Ni siquiera lleva el mismo nombre. ¿La reconocerán quienes la conocieron entonces? ¿La reconocerá él?
Mary Lohan, Marilé Lauría o María Elena Pujol -la que es, la que fue, la que había sido alguna vez- vuelve al suburbio de Buenos Aires donde formó una familia y vivió hasta que decidió huir. Aún no termina de entender porqué aceptó regresar al pasado que se había propuesto olvidar para siempre. Pero a medida que lo comprenda, entre encuentros esperados y revelaciones inesperadas, entenderá también que a veces la vida no es ni destino ni casualidad: tal vez su regreso no sea otra cosa que una suerte pequeña.