Conoce a Dewey leemáslibros, el gato que inspiró el título de mi blog


8 de agosto de 2019

"OLGA” de Bernhard Schlink

Cubierta de la novela de Bernhard Schlink, realista
“Yo creía saber por qué a la señorita Rinke le gustaban los cementerios. A lo largo de su vida había perdido a tantas personas cuyas tumbas le resultaban inaccesibles o desconocidas que paseando por entre tumbas de extraños tenía ocasión de hablar con sus muertos. Y no me costaba nada entenderla: a mí también me gustaba visitar la tumba de mis abuelos para recordarles todo lo que les debía y decirles que los echaba de menos.

Pero cuando le conté todo esto a la señorita Rinke, resultó que para ella los cementerios eran otra cosa. Resultó que no conversaba con sus muertos entre las tumbas de los extraños. Si le gustaban los cementerios era porque allí todos eran iguales, los poderosos y los débiles, los pobres y los ricos, los queridos y los desatendidos, los que habían triunfado y los que habían fracasado. Todos estaban muertos y nadie podía ni quería ser más grande de lo que era: allí las ambiciones exageradas ya no existían.”

Olga nace en la parte este del imperio alemán a finales del siglo XIX, sobrevive a dos guerras mundiales y muere en extrañas circunstancias. Su vida, a caballo entre dos siglos, transcurre marcada por la historia. De familia pobre, es criada por su abuela tras la temprana desaparición de sus padres; más adelante se enamora de Herbert, un joven de una clase social superior, cuya familia se opone a la relación.

Deberán mantener su amor en la clandestinidad y después la relación quedará marcada por la distancia, porque Herbert, llevado por el entusiasmo de las guerras coloniales de Bismarck, decide alistarse en el ejército. Viajará por África y por América del Sur y más tarde formará parte de una expedición polar, mientras Olga se queda en casa y le escribe cartas.

2 de agosto de 2019

“PEYTON PLACE” de Grace Metalious

Cubierta de la novela de Grace Metalious
"Cuando se levantó y echó a andar nuevamente, el sol estaba en su cénit, y cuando llegó al letrero con las letras rojas pintadas en un lado, no tuvo que protegerse los ojos con la mano para mirar hacia el pueblecito minúsculo que era Peyton Place. 

¡Oh, te quiero! -exclamó silenciosamente. -Te quiero tal como eres. Con tu belleza y tu crueldad, con tu bondad y tu fealdad. Ahora te conozco, y ya no me asustas. Quizá vuelvas a hacerlo, mañana o pasado, pero en este momento te quiero y no te tengo miedo. Hoy sólo eres una ciudad»

Pueblo pequeño, infierno grande. Grace Metalious no sólo desgració la vida de sus vecinos con la publicación, en 1956, de Peyton Place, fenómeno editorial que borró la distinción entre alta y baja cultura cuando confundir ambas cosas aún no estaba de moda. En opinión de muchos, sin este libro no habrían existido Melrose Place y Twin Peaks. Algunos paladines de la utilidad incluso estiman que Peyton Place dio empuje al movimiento feminista estadounidense y ocasión de revisar la hipocresía moral de la época.

Pero gracias a este incordio de libro, Metalious también se ganó la muerte social y, según el parecer de sus biógrafos, la cirrosis que acabaría con ella a los treinta y nueve años. La autora había buscado la fama, y la parábola acaba con sus últimas palabras: «Ten cuidado con lo que deseas, porque podrías conseguirlo».

20 de julio de 2019

“LA MUERTE DEL COMENDADOR” libros 1 y 2, de Haruki Murakami

Cubierta de la novela de Haruki Murakami, bilogía, saga, ciencia ficción


“Observé durante mucho tiempo aquel cuadro titulado La muerte del comendador, colgado en la pared. No me cansaba de contemplarlo. Era una obra que debería contarse entre las más importantes propiedades de algún museo y, en lugar de eso, estaba colgada en un sencillo estudio donde solo yo podía disfrutar de ella. Peor aún. Antes había estado escondida en el desván oculta a los ojos del mundo.

Ese cuadro quería transmitir algo, era como un pájaro tratando de escapar de su estrecha jaula para salir al mundo. Sin duda, algo forcejeaba a la desesperada para salir del lugar donde estaba encerrado. Era algo que reclamaba libertad, un espacio mucho más amplio. Tal vez lo que imprimía esa energía al cuadro era la fuerte voluntad que existía en él, por mucho que no llegase a identificar qué correspondía al pájaro y qué a la jaula.”

En plena crisis de pareja, un retratista de cierto prestigio abandona Tokio en dirección al norte de Japón. Confuso, sumido en sus recuerdos, deambula por el país hasta que, finalmente, un amigo le ofrece instalarse en una pequeña casa aislada, rodeada de bosques, que pertenece a su padre, un pintor famoso.

En esa casa de paredes vacías, tras oír extraños ruidos, el protagonista descubre en un desván lo que parece un cuadro, envuelto y con una etiqueta en la que se lee: «La muerte del comendador». Cuando se decida a desenvolverlo se abrirá ante él un extraño mundo donde la ópera Don Giovanni de Mozart, el encargo de un retrato, una tímida adolescente y, por supuesto, un comendador, sembrarán de incógnitas su vida, hasta hace poco anodina y rutinaria.