Conoce a Dewey leemáslibros, el gato que inspiró el título de mi blog


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29 de junio de 2010

"LOS BOSQUES DE UPSALA" de Álvaro Colomer


"Existía un bosque allá en la Europa vikinga, al que acudían los ancianos que habían dejado de ser útiles a la comunidad. Así que se adentraban esos hombres en la espesura, anudaban las sogas a las ramas y se dejaban caer con el orgullo de quien no titubea siquiera ante la muerte. Dicen las crónicas que nadie descolgaba jamás sus cuerpos. Sabemos hoy que aquel lugar, perdido por siempre en la noche de los tiempos, no era otro que los bosques de Upsala"

Así comienza este libro, que se adentra en el intrincado laberinto de la mente de las personas depresivas, que sólo piensan en el "suicidio", palabra que parece estar omnipresente en la vida de Julio, protagonista de la historia, entomólogo dedicado en cuerpo y alma a la busca y captura del primer mosquito tigre en España.

De niño, cuando sólo contaba con ocho años, vio algo que nunca tendría que haber visto y que le marcó para siempre. Presenció cómo su vecina se tiraba por el balcón delante de sus propias narices, después de dirigirle una tierna sonrisa y unas breves palabras "hasta otra Julito". Este trauma clavado en su cabeza, marcó toda su infancia, convirtiéndole a partir de ese momento en un niño "metido hacia adentro", introvertido y poco comunicativo

El día de su quinto aniversario de bodas con Elena, recién salida ésta de una severa depresión,  la encuentra metida en un armario inconsciente, con una sobredosis de pastillas en el cuerpo.

El médico del centro donde es ingresada de urgencias, un tipo frío, al que "parece que le han borrado sus facciones" para que no demuestre sus emociones, con unos "botones por ojos" y una "cremallera por boca", en vez de tranquilizarle, sólo consigue transmitirle una profunda angustia, porque como le explica dicho individuo “casi todos los suicidas fracasados reinciden en su intento en el plazo de diez años". Al suicidio se llega por aprendizaje, su esposa ha ingerido un blíster entero de somníferos y no ha muerto. Ahora ha aprendido que un blíster no basta, por lo que dentro de un tiempo lo intentará con dos. Si fracasa de nuevo triplicará la ración. Y luego la cuadriplicará y entonces sí que morirá".

Lo único que podrá hacer en los próximos diez años para evitar que lo repita, será vigilarla muy de cerca, estar muy pendiente de todo lo que haga y hablar mucho con ella, para intentar vislumbrar pistas que delaten sus renovadas ganas de volverlo a intentar. Menudo panorama tan negro que le espera durante los próximos diez años...

Para colmo, cuando ella ya ha regresado del hospital, tras las inevitables veinticuatro horas de observación, recibe la llamada que tanto tiempo lleva esperando, "¡lo hemos encontrado Julio, lo hemos encontrado!", proclama desde el otro lado del teléfono, a grito pelado, Nuria, su ayudante de laboratorio.

De inmediato sabe que se refiere al Aedes Albopictus, ese diminuto mosquito al que lleva dos años persiguiendo, que produce molestas picaduras en las personas y enormes gastos a la administración pública.

Y ahora que parece que va a obtener su merecido reconocimiento profesional, su vida se ha desmoronado por completo. Como necesita ausentarse algunos días, si no quiere que Nuria se apropie de todos los méritos, Elena se niega a acompañarle y a él le aterra dejarla sola, lo único que se le ocurre es la ingeniosa idea de apuntalar ventanas y balcones, quitarle de en medio cualquier objeto punzante o peligroso y dejarla encerrada en su propia casa.

Cuando regresa con el bicho capturado, tras cuatro días de miedos, remordimientos e incertidumbres, la encuentra sentada en el mismo sitio donde la dejó. Estos días también ha podido reflexionar y cada vez lo ve más claro, si realmente ella quiere quitarse la vida, lo hará y él no podrá impedirlo, por muchos medios que disponga para evitarlo. Por eso, sintiéndose incapaz de continuar su vida sin ella, e  invadido por la enorme carga que le ha sido encomendada, decide acabar con todo.